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Una gemóloga española revoluciona Pekín con piedras preciosas únicas

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Esmeraldas de Colombia, agua marina de Madagascar o lapislázuli de Afganistán, en bruto o talladas, son algunos de los tesoros que la gemóloga española Paloma Sánchez guarda en su pequeña joyería de Pekín y que ofrece a sus clientes en forma de pendientes, collares o sortijas únicos.

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La nota de distinción de la joyería, que se llama como su dueña y lleva casi dos años abierta en Pekín, reside en el diseño único de las piezas que vende y en que no tiene competencia directa en la ciudad porque no hay ninguna otra tienda igual.

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Sánchez, que idea cada pieza, combina el oro y la plata con piedras preciosas en bruto como diamantes verdes de Birmania, petersita de Namibia, ópalos de fuego de México, piel de raya de Tailandia o ágata de China, aunque también diseña piezas con minerales tallados.

"Todo es diseño mío y casi todas las piezas son únicas porque las piedras también son únicas", explica Sánchez a Efe en el interior de su joyería, en la famosa zona de ocio de Sanlitun en Pekín y la primera de una diseñadora española en la capital china.

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Esta española viaja cada mes o dos en busca de materia prima a Madagascar, Vietnam, Tailandia, Birmania, la frontera chino-paquistaní o el interior del gigante asiático.

Allí, Sánchez, gemóloga por el Gemological Institute of America (GIA) en Los Ángeles, se dirige a las minas donde puede encontrar las piedras que le inspirarán para diseñar nuevas piezas y que serán tratadas en su pequeño taller al oeste de Pekín por cinco orfebres chinos.

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Cuando las piezas llegan a la tienda, su precio puede alcanzar hasta los 7.000 euros.

Nacida en el seno de una familia de abogados, notarios y jueces hace 49 años en Madrid, Sánchez, ante la petición que le hizo su padre de estudiar "una carrera como Dios manda" antes de lanzarse a la "tontería" de la gemología, su deseo desde joven, se matriculó en derecho y justo después de terminar la facultad en 1989 tomó rumbo a Los Ángeles y allí comenzó su trayectoria profesional.

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Tras su formación en Estados Unidos, Sánchez enlazó un trabajo con otro en grandes firmas del gremio de la joyería hasta aterrizar con una de ellas en Pekín, donde decidió emprender su propio negocio.

"Cuando llegué a Pekín vi factible quedarme aquí porque en Asia están todas las piedras y porque son más económicos", comenta la española, que arrancó "Paloma Sánchez" con un capital de 60.000 euros.

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"Todo el mundo me dijo que estaba loca por hacer esto en medio de una crisis. Y ahora estoy muy contenta. Trabajo siete días a la semana y sin parar un minuto", subraya la madrileña, que vive con su hijo de once años, Pablo, otro apasionado de la gemología.

Cuando Sánchez abrió su joyería, la mayoría de sus clientes eran extranjeros, pero ahora el 75 por ciento son chinos, principalmente mujeres trabajadoras de entre 35 y 45 años que ocupan altos cargos en empresas multinacionales o chinas que también están en el extranjero.

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"Quieren tener algo diferente a lo que tienen sus amigas porque todas tienen las mismas marcas, como Tiffany o Cartier, y ya han pasado la época de demostrar que pueden pagar esas firmas", explica.

A "Paloma Sánchez" ya le han salido imitadores en el país de las falsificaciones: una joyería cercana simula su decoración.

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"Pueden copiar el concepto, pero no pueden copiar el diseño porque es único. No tengo miedo", sentencia para añadir entre risas: "y si lo hacen, espero que haya clientes para todos".

Sánchez, que quiere avanzar en este campo sola, está segura de que en España su negocio tendría éxito, pero antes se plantea llevar su negocio a otros lugares de China y está pendiente de que las estadounidenses Saks Fifth Avenue y Neiman Marcus le concedan un espacio para sus piezas.

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Eva Garrido

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