Cuando los triunfos de tu equipo te provocan desasosiego es que algo falla en tu cabeza. 'Primero festejaba los goles de Uruguay, pero luego me quedaba callado viendo a los jugadores celebrándolo con la bandera. Entonces no entendía bien el significado de mis sentimientos contradictorios cuando veía un partido. Ahora lo entiendo: primero venía el fútbol, luego la vida'.
Ricardo Fernández ha plasmado sus recuerdos juveniles en el guión de Paisito, que se estrena el viernes, una coproducción española, argentina y uruguaya que viaja al Uruguagy golpista de 1973. La película, dirigida por la navarra Ana Díez, arranca en nuestra época, con la llegada al Osasuna de Xavi, un jugador uruguayo obligado a rememorar su infancia, cuando pateaba un balón junto a la zapatería de su padre en Montevideo.
'El personaje del zapatero republicano que vive al lado de un jefe de policía, es mi padre', dice Fernández, hijo de españoles emigrados a Uruguay. Pero los hechos biográficos, claro, están envueltos en una capa de ficción. 'El vecino policía del filme es más bueno que el de la vida real, al que los familiares de desaparecidos le pintan siluetas de cadáveres en la puerta de casa para que recuerde lo que hizo', cuenta Fernández.
Pero no había sitio para un tipo así en Paisito. 'Todos los personajes, hasta el militar golpista, tienen su discurso. Los conozco bien y sé que lo tienen. No se trata de que salgan gritando vamos a matar rojos. No es tan sencillo. Convencieron a mucha gente inocente con un discurso: la violencia de los tupamaros justifica la represión. Luego se supo que no, que el golpe estaba programado', dice refiriéndose a la guerra sucia instigada por Washington.
Pero no sólo de EEUU viven los golpes, como sabe la mujer del policía del filme, 'proveniente de la burguesía europea', que urge a su marido a poner toda la carne golpista en el asador. 'En Uruguay también había emigración adinerada. Y la burguesía y la oligarquía sobreviven gracias a que los pobres son pobres. Ella tiene muy claros sus principios', dice.
Tan claros que acusa a su marido de no luchar lo suficiente para que los tupamaros no 'volteen la tortilla', cuenta. 'Ya sabes, como en la canción: Que la tortilla se vuelva. Que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda. Es decir, tenemos una posición y hay que mantenerla. No puedes andar entre dos aguas porque te van a cagar, viene Garibalidi y te hace pum', zanja. D
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