Una fuerte ventura
Probablemente las mejores playas del Atlántico estén en Fuerteventura, la isla más oriental del archipiélago canario.
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Lo que en un tiempo fue lugar de destierro y castigo, es hoy una luminosa invitación a descubrir de nuevo una tierra primigenia y un mar azul similar al del primer día de la creación.
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"...este pedazo de África sahárica, lanzado en el Atlántico..." De esta manera describía Fuerteventura Miguel de Unamuno, recién llegado a la isla, a la que fue desterrado en 1924. Entre la calma del cielo y la del mar quedó varada la isla más llana de todo el archipiélago canario. La proximidad al continente africano y su escasa altitud convirtieron su faz en un paisaje árido, casi semidesértico.
Tiene la isla casi 326 kilómetros de costa, de los cuales 77 son de playa. La mayoría son largas, de arena blanca y fina o de arena oscura. Pero no es solo sol y playa. En esta isla, declarada en su totalidad Reserva de la Biosfera, también puede el viajero disfrutar de otros paisajes sorprendentes, como las extensas planicies producto de años de erosión que contrastan con volcanes y mantos de lava, o los impresionantes campos de dunas.
Dunas de Corralejo e Isla de Lobos
El viento. El fuerte y constante viento que sopla desde el océano esculpe y modela a cada instante el singular paisaje de Corralejo. Son 2.700 hectáreas de dunas fijas y móviles configurando un escenario fascinante. Avanzan y se extienden en paralelo a la costa y esconden una flora y una fauna inevitablemente endémica. Frente a la localidad de Corralejo, se alza el pequeño islote volcánico de Lobos, antaño importante refugio de focas monje y de corsarios. Hoy lo visitan pescadores, turistas, bañistas, submarinistas y surfistas. Ambos enclaves están protegidos por sendos parques naturales .
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Cotillo
En la esquina noroeste de la isla se esconde este pequeño puerto, custodiado por la fortaleza de El Tostón. En él emerge una gran roca de origen volcánico, conocida como el Roque de los Pescadores. El viejo puerto, con sus pequeños bares y restaurantes de excelentes pescados, es lo más pintoresco del Cotillo. En el entorno hay numerosas playas de arena fina, entre las que destaca la del Castillo. Un poco más al sur se encuentran la playa del Ajibe de la Cueva y la playa del Aguila, las dos salvajes y no muy visitadas por ser de difícil acceso.
La Oliva y Tindaya
La que fue capital de la isla hasta 1860 conserva un interesante conjunto patrimonial en el que destacan la iglesia de la Candelaria y la Casa de los Coroneles, ejemplo de arquitectura colonial de carácter militar. Aquí residían los gobernadores militares de la isla y desde aquí se divisan las nítidas siluetas triangulares de varios volcanes. No muy lejos se topa el visitante con el perfil sagrado de Tindaya, lugar de carácter mágico y especial configuración pétrea. El material rocoso con el que está formado, la traquita, es muy duro y resistente a la erosión.
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Puerto del Rosario y Unamuno
La capital de Fuerteventura vive una intensa relación con el mar, hasta tal punto que su término municipal tiene dos costas, una a cada lado de la isla. Aquí se vivió Miguel de Unamuno, alojado en el antiguo Hotel Fuerteventura, que es hoy su Casa Museo. Reúne una importante colección de objetos y útiles personales y recrea el ambiente de una vivienda de los años veinte.
Antigua
Sus blancos caseríos y algunos molinos de gofio, también blancos, rompen la monocroma uniformidad de las extensas llanuras. Su pintoresca iglesia, entre árboles y arbustos, domina la ciudad. En la Caleta de Fuste se erige un castillo, paradigmático ejemplo de arquitectura militar. En los alrededores, las salinas del Carmen, del siglo XVIII, aún siguen a pleno funcionamiento.
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Betancuria
En torno a la antigua iglesia de Santa María de Betancuria se arracima este pulcro caserío encalado. Fundada en 1405 por el conquistador normando Jean de Bethencourt, del que toma su nombre, pasa por ser la localidad majorera que mejor ha sabido conservar su patrimonio. Desde el mirador de Morro Velosa, en la carretera que lleva a Antigua, se contempla en toda su extensión las impresionantes formaciones geológicas de la isla.
Playas de Jandía
La isla se alarga hacia el sur formando la península de Jandía, un impresionante puntal arenoso sin obstáculos. Estamos hablando de la mayor extensión de playas del archipiélago. Para hacerse una idea de lo que encierra el Parque Natural de Jandía resulta absolutamente recomendable tomar la pista de tierra que parte de Morro Jable y lleva hasta el faro. Extensas y tranquilas playas, tanto a sotavento como a barlovento, se sucenden hasta llegar a Cofete, donde se halla la casa de los Winter, que fue lugar de ocio de la oficiales de los submarinos del III Reich. Continuar después hasta el Puertito de la Cruz y tomar un respiro al amparo de sus dos faros mientras se disfruta de sus especialidades gastronómicas puede ser un buen punto y final.