Francisco Ferrándiz: "Una fosa común abre un espacio de memoria"
Profesionales de diferentes áreas componen la comisión que decide el futuro del Valle de los Caídos
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Las aportaciones de los expertos a la comisión que decide el futuro del Valle de los Caídos parten de las variadas disciplinas a las que pertenecen. Francisco Ferrándiz, uno de los vocales del grupo de profesionales, es antropólogo social e investigador del CSIC, donde dirige el proyecto Políticas de la Memoria. Sus años de trabajo recopilando testimonios de familiares de víctimas a pie de fosa le llevan a concluir que las heridas se van cerrando a medida que los cuerpos salen de la tierra y llegan a la sociedad actual. El contexto en el que todo esto ocurre es de "completa normalidad" y cada testimonio ofrecido por los que padecieron la represión de la dictadura se entiende como un acto de "reivindicación política", asegura el antropólogo.
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¿Cómo afectan las exhumaciones en la España de hoy?
Tienen un impacto muy fuerte y profundo. Esa es la razón por la que empezamos el proyecto Politicas de la Memoria, que va en paralelo a las exhumaciones. La dinámica propia del trabajo hace que nunca tengamos tiempo de reflexionar y por ello pusimos en marcha el proyecto de investigación, para analizar el impacto contemporáneo de las exhumaciones. Para ello, contamos con un equipo que abarca cada detalle. Desde el forense, que ve un escenario del crimen, hasta el politógo, que estudia los marcos interpretativos, pasando por biólogos y hasta críticos literarios, todos tienen un rol específico y necesario. Si al antropólogo le cuentan que la víctima cantaba siempre una canción, el historiador investiga y se pone en marcha todo un engranaje. Nada sucede por casualidad y no podemos dejar escapar ningún simbolismo. No se puede quedar todo en el hueso, aunque es la parte más llamativa.
¿Qué aporta la visión del experto extranjero?
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"Nada sucede por casualidad y no podemos dejar escapar ningún simbolismo"
Entender el caso español en un marco comparado. Ahora mismo hay procesos exhumatorios abiertos en países como Sudáfrica, Timor, Guatemala, El Salvador, etc . Lo que nos vienen a decir expertos como Luis Fondebrider —que ha trabajado en todo el mundo y viene con gran experiencia— es que los ejes del debate son iguales. Así no nos ahogamos en un vaso de agua pensando en las dos Españas. Lo de aquí es lo mismo que se ve en otros lugares. Es positivo ponerse en contacto con otras experiencias.
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¿La sociedad es consciente de lo que genera la apertura de una fosa?
Las exhumaciones han abierto debates en muchos ámbitos y todos han surgido a raíz de abrir fosas con cuerpos de la retaguardia, no de frente de batalla. Estos restos de fusilados llegan a la sociedad del siglo XXI y se han movilizado discusiones en muchos ámbitos, incluido el cultural: se han hecho muchas películas, obras de teatro, novelas, etc. Y todo esto tiene que ver con la llegada de estos cuerpos a la sociedad. A veces no nos damos cuenta del impacto tan importante y de la fibra sensible que se está tocando.
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¿Qué papel desempeña un antropólogo social en una exhumación?
"Hacer ahora lo del Valle de los Caídos, es un poco tarde"
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La antropología trabaja los aspectos sociales culturales y políticos de las sociedades contemporáneas. El eje de nuestro método es la investigación sobre el terreno: el trabajo de campo. Debemos insertarnos en la realidad social que trabajamos y participar en ella. Cuando llegamos a las fosas, recopilamos material de diversa índole: fotografías, cartillas militares, etc. Colocamos mesas fuera de la fosa, trabajamos el entorno de la misma con protocolos de intervención ya que se constituye un mundo social de enorme complejidad. Una fosa común abre un espacio de memoria ya que a medida que se sabe que se está desarrollando una determinada exhumación, comienza a llegar gente del entorno. Les recibimos, anotamos quiénes son, cómo saben que su familiar pudiera estar en la fosa, etc. Es un trabajo muy difícil de hacer si no se hace en el lugar. Con los datos que recabamos, por ejemplo, si una víctima era coja, apoyamos la técnica forense.
Esa información, ¿facilita la identificación posterior en laboratorios?
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Si, pero sobre todo, reconstruye la historia de lo que fue. Ponemos carne y vida a los huesos que rescatan los forenses, rescatamos su biografía, les devolvemos el nombre. Hay historias increibles: en la Pedraja, Burgos, unos familiares nos contaron que una de las víctimas hacía carrozas y en los carnavales de la región era famoso por ello. En 1935 hizo una carroza que era un cañón, ¡vaya premonición!, y nos mandaron la foto de él subido en su obra. Así sacamos elementos de su biografía que incorporamos a los informes forenses técnicos. Hacemos una ficha por persona. Todo ese material se perdería si no estuviéramos allí y prevalecerían los huesos. Trazamos parte de la historia de su vida. Por desgracia, mucha gente no llega a la fosa y no siempre se cuenta con esa información.
¿Cómo se toman los testimonios a pie de fosa?
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"Ponemos carne y vida a los huesos que rescatan los forenses, rescatamos su biografía"
Grabamos a los familiares explicándoles bien antes para qué sirve su testimonio. Los protocolos establecen que sean entrevistas abiertas, nada de cuestionarios. Damos tiempo a que los familiares elaboren su discurso y accedan a sus recuerdos de la manera que consideren, con sus silencios o hablando mucho. Nos interesa la participación de los mayores, pero también la de los bisnietos, ya que al final son entrevistas familiares. La importancia reside en que, en muchas ocasiones, nunca se había dado esa conversación en familia, siendo la primera vez delante de nuestras cámaras. Es algo que legitima estos relatos que no pudieron emerger durante el franquismo o que sólo circularon a media voz o como cuchicheos en voz baja por si alguien oía al otro lado de la puerta. Del susurro pasamos a un espacio publico, como es la exhumación, financiada en muchos casos con dinero público, —con los logos de las administraciones que participan— lo que da una legitimidad pública al relato. Estos testimonios se convierten en un acto político, porque se hacer en un espacio público ante mucha gente. Son actos de reivindicación política.
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La fosa de Priaranza del Bierzo, en el año 2000, fue la primera en la que se utilizaron métodos genéticos, ¿abrió el camino?
En realidad, ya sabemos que se han dado diversos ciclos exhumadores desde la Guerra Civil. El primero fue en la posguerra, con las limitaciones técnicas del momento y siempre bajo el apoyo del Estado. Aunque muchas no se pudieron exhumar, se localizaron los lugares, se dignificaron y se propició ayuda económica a las familias de víctimas de los vencedores. Ya en esos años iban con forenses y hacían filmaciones. En los años 40 y 50 se exhumaron cuerpos de republicanos de manera clandestina. Iban con palas y un burro y se llevaban los cuerpos. Incluso hoy, cuando hemos ido a exhumar, nos hemos encontrado que faltaban trozos de la fosa. Después, hay otro movimiento hacia el Valle de los Caídos a partir de 1959 y hasta 1983. Se llevaron más de 30.000 cuerpos. Después, en los 70 hay otro momento que, en este caso, tuvo eco mediático, aunque sin apoyo técnico. En octubre de 2000 se dan unos elementos que diferencian la fosa de los 13 de Priaranza del Bierzo de las anteriores: el salto mediático a gran escala y los protocolos científicos del siglo XXI que se aplican. Por eso esta fosa es fundacional del movimiento. La sociedad de la información y del conocimiento ha condicionado la gran divulgación de las exhumaciones de este siglo. En 1998 y 1999 también se abrieron fosas pero sin impacto mediático. Por ello podemos decir que siempre ha existido un continuo de exhumaciones, unas legitimadas y otras clandestinas pero se ha estado exhumando todo el tiempo.
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"Los testimonios de las víctimas son actos de reivindicación política"
¿A qué se debe la labor voluntaria y desinteresada en las fosas?
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Hubo un punto de valentía, al igual que las fosas anteriores, al abrir la de Priaranza y mucha gente sintonizó con esto. Después se vio que no pasó nada. Hay aceptación y se considera que es algo que hay que hacer. No pasa nada por abrir una fosa. Algunas no se abren y tampoco importa porque se ha hecho un último esfuerzo. Aunque también hay que reconocer que a mucha gente no le interesa este movimiento, pero quien sí conecta, se involucra mucho.
El PSOE y el PP, ¿no han sabido cómo afrontar el tema?
Durante los trabajos de exhumación de una fosa en Villamayor de los Montes, un exalcalde del PP , que tiene a su abuelo en una fosa, me dijo que su partido tenía que ponerse al frente de todo esto para demostrar que no tienen nada que ver con el franquismo. "Qué oportunidad perdida", me dijo. Ambos partidos han perdido esa oportunidad. Hacer ahora lo del Valle de los Caídos, es un poco tarde. Estas fosas están imbricadas con la lucha Rajoy-Zapatero y cuando pase este momento nadie va a decir, vamos a abrir fosas, porque es ahora cuando hay que hacerlo. Es una cuestión de democracia y dignidad.
En el debate también salen a relucir las fosas que aún hay en zona republicana
También se deben sacar. Exhumanos la fosa de Camuñas encargada por el arzobispo de Toledo, con Francisco Etxeberria. Cuando se nos ha llamado, hemos ido. Pero la mayor parte de esas fosas están ya dignificadas o son cementerios. Son fosas de otra naturaleza y la mayor parte de ellas no se pudieron abrir en la posguerra por problemas técnicos y económicos, como fue el caso de Camuñas, de gran complejidad. Su legitimidad es distinta porque han tenido un relato de sus muertos durante 40 años que no tuvieron los que perdieron. Aún así, tenemos un papel de responsabilidad social; todas son exhumaciones del siglo XXI y es una cuestión de derechos humanos.