El francés Soliveres narra la historia de la Mezquita desde un relato de amor
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Lo de Gérad Soliveres con la Mezquita de Córdoba es pura admiración, y así lo reconoce cuando se le pregunta por los verdaderos motivos que han llevado a este "medio francés y medio español" a narrar en su libro "El arquitecto de los cielos" la historia real del edificio omeya a partir de una ficción romántica.
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Apasionado por la Edad Media y viajero "de profesión", se plantó en Córdoba en una de sus aventuras y, enamorado de la Mezquita y de las ruinas de Medina-Azahara, decidió escribir una novela sobre los constructores de las dos edificaciones omeyas más importantes, una obra que afrontó junto a su gran amigo Jacques Cardona, quien falleció el pasado año, justo cuando el libro acababa de publicarse en Francia.
Una novela histórica con capacidad para cautivar tanto a un profesor de filosofía, de arte o de historia, como al amante de los relatos románticos y de intriga ya que "hemos querido crear un romance, fiel a la realidad de la época, con un toque ficticio", apunta este autor natural de Toulouse.
Para Soliveres (y Jacques, que vienen a ser lo mismo), los cordobeses tienen que sentirse orgullosos del enorme simbolismo que encierra la historia de la Mezquita y la antigua ciudad de Medina Azahara, y es que como dice Gérad, "las ruinas también hablan".
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El menaje filosófico que los omeyas dejaron en Córdoba y que aún existe actualmente en la ciudad "hará que aquellos que lean el libro quieran visitar Córdoba" para conocer de primera mano un edificio religioso como la Mezquita que comenzó a construirse en el siglo VIII sobre la antigua basílica de San Vicente y que en 1236, tras la conquista de la ciudad por los cristianos, fue convertida en Catedral.
"Nuestra idea", subraya Soliveres, es que esta obra sea editada también en árabe y hebreo puesto que la novela pretende mostrar la tolerancia religiosa que existía en Córdoba durante la edad media.
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De cualquier modo, el autor de "El arquitecto de los cielos" cree que aún hoy, siglos después, uno pasea por la mezquita y sigue impregnado de esta cultura "antepasada".
Para no perder el rumbo, el primer párrafo sitúa que "corría el año 751 de la era cristina, año 129 de la Hégira en la antigua ciudad de Damasco, capital de Siria, y el joven príncipe omeya Abderramán tenía que huir, llevándose con él a los pocos supervivientes de su familia...".