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Fellini ofreció un papel a Germaine Greer y acabaron juntos en la cama

EFE

Federico Fellini ofreció un papel en "Casanova" a la feminista Germaine Greer con el único resultado de que ambos acabaron en la cama, según cuenta hoy ella misma en el diario The Guardian.

Fue en 1975, cuando Paola Roli, directora de "casting" de la película sugirió a Fellini que probase a la autora de "El Eunuco Femenino" para el papel de la Giganta.

La feminista australiana se presentó en el lugar del rodaje en Cinecittá y Fellini le presentó el guión, aún no acabado, aunque no le habló de la Giganta sino que le preguntó si aceptaría el papel de Madame Chatelet, en una escena en la que Casanova se encuentra con el filósofo Rousseau.

Greer estudió el guión y poco después escribió a Fellini para quejarse de que convirtiese a la marquesa en una enfermera tetuda a cargo de un senil Rousseau.

Fellini se presentó entonces en la casita que tenía la feminista en la localidad de Montanare di Cortona: llegó en un Mercedes azul y despidió al chófer hasta el día siguiente, según cuenta ella.

Ambos hablaron toda la tarde del concepto de la película, pero Fellini no pareció prestar tanta atención a lo que ella le decía.

Cuando llegó la hora de preparar la cena, Fellini insistió en preparar él mismo un risotto con una hoja de albahaca por todo condimento.

El cineasta insistió luego en compartir la cama con su anfitriona aunque, según cuenta Greer, le horrorizó saber que ella dormía siempre con todas las ventanas abiertas.

Fellini "se puso su pijama marrón de seda que había traído en una bolsita y colgó cuidadosamente su ropa hasta el día siguiente", recuerda la feminista, según la cual cada dos horas Fellini hacía una rápida llamada a su esposa, la actriz Giulietta Massina, que se encontraba en el apartamento familiar de Via Margutta.

Cuando se apagaron las luces entró un murciélago en la habitación para salir rápidamente, lo cual horrorizó a Fellini, a quien se le aceleró el puso.

El cineasta le explicó que una vez de niño un murciélago le había entrado en el pelo.

"Yo le dije que a mí (el murciélago) no me había asustado lo más mínimo, pero que estaba pensando qué les diría a los periódicos si se moría de pronto en mi cama, y él se echó a reír", recuerda Greer.

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