Nos encontramos en Cascais, una ciudad situada a pocos kilómetros de Lisboa. En una tienda de ropa, un joven portugués se acomoda delante de un espejo con una camisa. Al instante, ve reflejado en el cristal que la prenda tiene un descuento de diez euros. Ha tenido suerte. Pero ese no es en realidad el motivo de su alegría. El hombre, de unos treinta años, se llama Miguel Martins y se trata del director logístico de la cadena de ropa Throttleman. Está presentándonos una nueva tecnología que espera agrade a sus clientes y, ya de paso, aumente las ventas de sus productos: un espejo mágico. Cuando un usuario se prueba una prenda, el espejo muestra sus características, el precio, las tallas y los colores disponibles en la tienda, todo en tiempo real. Incluso te aconseja qué otras prendas podrían combinar, en base a los criterios de los diseñadores de la colecció
La magia, en este caso, no es más que RFID (Radio Frecuency IDentification). Una tecnología que permite la identificación de un producto mediante radiofrecuencia. Existen millones de posibilidades para su aplicación. No obstante esta tecnología es conocida porque ha comenzado a extenderse entre las tiendas y los centros comerciales o grandes almacenes.
El RFID no es conocido en la calle, pero las compañías tecnológicas lo llevan presentando varios años. Tiempo suficiente como para que las empresas lo conozcan y sepan de sus ventajas respecto al actual sistema de etiquetado de código de barras, que sirve también para identificar productos, pero que es mucho más limitado.
La identificación por radiofrecuencia funciona aunque no dispongamos de línea visual entre el objeto y el lector, pudiendo leer con mayor rapidez varias etiquetas, aunque se encuentren amontonadas. No es necesario que una cajera tengan que pasar cada producto a pocos centímetros de un lector, como ocurre con los códigos de barras. En RFID se pueden realizar lecturas de hasta 200 artículos a la vez en ese mismo tiempo.
Sin embargo, a pesar de sus ventajas claras, aún es una tecnología que no se ha puesto en práctica de forma masiva. Solo un 30% de las empresas españolas han incorporado sistemas RFID (Identificación por Radiofrecuencia, por sus siglas en inglés) para controlar los sistemas que fabrican o controlan, según el último estudio realizado por la asociación IDtrack en colaboración con IBM . El crecimiento de esta tecnología, lento pero sostenido, ha tardado varios años en despegar, a pesar de las ventajas que ofrece en tareas de control de productos.
La función más común de los chip RFID es la identificación, pero tienen tantas funciones como aplicaciones se desarrollen en torno a ellos. El director comercial de Avery Denninson -una de las compañías que representa este sector-, Jordi Baeta, identifica como uno de los problemas para la expansión del RFID que se crearon unas expectativas muy altas en muy poco tiempo, cuando la tecnología no estaba lo suficientemente desarrollada. 'El nivel de interés tuvo un pico muy alto hace cinco años. Se realizaron pruebas con carros cargados de productos amontonados que se contabilizaron en un 98%, pero los comercios necesitan un 100% de fiabilidad para apostar por algo y las expectativas se truncaron', explica Baeta. Las ventajas del RFID respecto al sistema de código de barras son claras. La identificación por radiofrecuencia funciona, aunque no se disponga de línea visual entre el objeto y el lector. Con el RFID, se pueden realizar lecturas de hasta 200 artículos a la vez.
La reconversión del sistema de código de barras al RFID requiere una gran inversión y no todas las empresas están dispuestas a afrontarla. No se trata de cambiar el lector y sustituir las etiquetas por otras electrónicas. Para aprovechar el RFID, es necesario reinventar el sistema de trabajo en las empresas y eso supone un riesgo notable, puesto que el RFID no es igual de eficiente en todos los negocios. Empresas como Throttleman o Byblos, en Portugal, y Bóboli, en España, han decidido apostar por esta tecnología.
La librería portuguesa Byblos creó su concepto de negocio a partir del RFID. 'A la gente no le importa la tecnología, no le importa la informática... La gente sólo quiere comodidad y facilidad, y eso es lo que la radiofrecuencia ofrece', explica Rui Gaspar, presidente de operaciones de Byblos. Además, el sistema les permite tener el control sobre sus existencias, realizando inventarios en solo una hora, cuando un inventario manual tarda en completarse cerca de 12 horas.
Además, una empresa puede perder entre un 8% y un 10% de sus existencias al año por errores en los inventarios, según su propia experiencia. La cadena de librerías espera recuperar en dos años la inversión realizada en la implantación de RFID. 'Si una persona tarda una hora en pagar, es tiempo que no emplea para mirar otras posibles compras', destaca el presidente de operaciones de Byblos, Rui Gaspar. Un estudio realizado por Avery Denninson señala que cuatro de cada cinco compradores abandonarían una tienda si hay larga cola en la caja.
Al igual que esta librería portuguesa, actualmente, la empresa textil Throttleman trabaja con RFID en el 70% de sus productos. Antes, las prendas de ropa pasaban cinco días en el almacén para poder comprobar el pedido de forma adecuada. 'Ahora el chequeo se realiza en menos de 24 horas, con lo que se ganan cinco días potenciales de venta', explica Martins. 'Tenemos la tecnología y se puede aplicar. Ahora queremos ofrecérsela al consumidor', concluye.
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