Por Frederik Joelving
Un nuevo estudiogubernamental realizado en Estados Unidos se suma a lasevidencias de que el timerosal, un conservante con mercuriopresente hasta hace poco en muchas vacunas, no eleva el riesgoinfantil de desarrollar autismo.
La investigación demuestra que los niños que estuvieronexpuestos a altos niveles de ese conservante porque se lesaplicaron vacunas cuando eran bebés o sus madres las recibierondurante el embarazo, no eran más propensos a desarrollar dossubtipos del autismo.
"Esto debería tranquilizar a los padres que cumplieron conel calendario de vacunación recomendado", dijo el doctor FrankDestefano, director de la Oficina de Seguridad de lasInmunizaciones de los Centros para el Control y la Prevenciónde las Enfermedades de Estados Unidos (CDC), y autor principaldel estudio.
El médico británico Andrew Wakefield planteó hace unadécada la relación entre las vacunas y el autismo. Desdeentonces, su estudio sobre 12 niños recibió críticas y larevista que lo había publicado lo retiró a comienzos de esteaño.
En el camino, el tema generó un debate mundial entre loscientíficos y temor en muchos padres, que optaron por noutilizar vacunas recomendadas, como la que protege delsarampión, paperas y rubeola. Aparecieron, entonces, brotes delas tres enfermedades.
Una preocupación era si el timerosal influiría en laaparición del autismo, una enfermedad que afecta a uno de cada110 niños de Estados Unidos, según los CDC. La mayoría de loscientíficos consideran que el autismo es un trastorno deldesarrollo de origen genético.
Los trastornos del espectro autista van desde el leveSíndrome de Asperger hasta el retraso mental grave y ladiscapacidad social, y no existe una cura ni un buentratamiento.
El equipo de los CDC utilizó datos de niños nacidos enEstados Unidos entre 1994 y 1999, y afiliados a uno de tresplanes de administración de seguros de salud. Los autoresidentificaron a 256 niños con un trastorno del espectro autistay los compararon con 752 niños sanos, de la misma edad y sexo.
Independientemente del momento de la exposición (antes denacer o en los primeros años de vida), el equipo no halló unaumento del riesgo de que los niños desarrollaran alguno deesos trastornos.
De hecho, los chicos que habían estado expuestos altimerosal entre el nacimiento y los 20 meses de edad teníanposibilidades levemente inferiores de desarrollar laenfermedad, aunque el equipo no pudo explicar ese resultado.
"Es un estudio que nos tranquiliza -dijo el doctor MichaelJ. Smith, pediatra de la Escuela de Medicina de la Universityof Louisville, de Kentucky, que no participó del estudio.
"Los datos prueban que una persona pudo recibir una vacunacon timerosal y no debe preocuparse. No existe una pruebaconfiable" de la relación entre las vacunas y el autismo,añadió Smith.
FUENTE: Pediatrics, online 13 de septiembre del 2010
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