El coreógrafo belga Alain Platel lo ha logrado. Quería conmocionar al público con "C(h)oeurs" y el que ha asistido esta noche a su estreno mundial en el Real se ha quedado, a juzgar por su reacción, "touché": unos, los más, entusiasmados con su "belleza de lo feo" y otros espantados por ella.
Todos, nada más bajarse el telón, han expresado con igual energía su parecer, y si los "bravos", aplausos y silbidos admirativos tenían una gran potencia, no menos la tenían los "fuera, fuera", redoblados ambos en cuanto han salido a saludar bailarines y coro, Platel -director de les ballets C de la B- y el director de la orquesta, Marc Piollet.
Los conmocionados en negativo han ido expresando su parecer, para disgusto del resto, durante la hora y cuarenta y cinco minutos de representación: unos abandonando la sala, más o menos en silencio, y otros pateando cuando la música, algunos de los mejores coros de Verdi y Wagner, era sustituida por frases de Margarite Duras o de la novela "Las benévolas" de Jonathan Litell.
El lenguaje coreográfico a base de movimientos espasmódicos y hasta histéricos, con muchos "pinos" y "pinos puente", en el que los ballets de la C de la B lleva explorando varios años, ha sido el "grito" que ha atravesado el discurso del coro, magnífico en la interpretación de su papel, es decir cantar, y en el de necesarios cooperadores de la historia dramática.
Su reflexión sobre lo individual y lo colectivo, con referencias al movimiento ocupa de Wall Street, la primavera árabe y la revolución en Egipto, entre otras "conmociones" sociales, ha empezado con el coro cantando "Dies irae" de Verdi y uno de los bailarines de espaldas desnudo.
Cuando sus otros nueve compañeros han aparecido en escena llevaban en la boca algo: su ropa interior, que se han puesto en medio de incontrolables temblores y al son del "Coro de Peregrinos" de Wagner y de los comentarios incrédulos de algunos espectadores.
Los 72 miembros del coro han bailado, interpretado y hecho percusión, y algunos hasta se han desnudado, lo que, según el intendente del Real, Gerard Mortier, describe su enorme calidad y entrega.
Y si el coro ha bailado, los bailarines han cantado y recitado, justo las intervenciones que menos han gustado, aunque el momento de "mayor expresividad" del público, lo que Platel ansía con su coreografía como estética del cambio, lo ha provocado la "presentación" del coro.
En la parte central del espectáculo, cada miembro del coro se ha identificado diciendo su nombre y apellido. Al terminar el último se ha oído con nitidez que un espectador se identificaba como "Esteban García", una "improvisación" acogida con risas y aplausos.
Esta producción, en la que colaboran el Holland Festival (Amsterdam) y el Concertgebow de Brujas (Bélgica), ofrece la oportunidad de escuchar algunas de las piezas corales más importantes de la historia en un espectáculo que es "como los cuadros negros de Goya", según Mortier, con formato de gran musical y estructura del teatro griego.
"C(h)oeurs", un juego de palabras entre "coros" -lo global- y "corazones" -lo individual-, comienza con "Dies Irae", de Verdi, "posiblemente la pieza más violenta que existe" y concluye con el Preludio de "La Traviata", "la más íntima, la gran melodía de amor de Violeta, que se escucha con ella ya muerta", según Piollet.
Entre ellas discurre el "agua profunda" de "Va pensiero", de "Nabucco", "Tuba Mirum" y "Libera me", de la "Misa de Réquiem", y "Patria oppressa", de "Macbeth", y "Parigi o cara" de "La traviata".
Wagner aporta su "música física, extrema y hasta peligrosa", con el "Coro de los Peregrinos" y "O du mein holder Abendstern", de "Tanhäuser"; "Wach auf", de "Los maestros cantores de Nurenmberg"; "Heil!, König Heinrich!, Heil!", de "Lohengrin", y los preludios de "Lohengrin" y "Los maestros cantores de Nuremberg".
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