"Los españoles son demasiado autocríticos", dice el hispanista inglés Elliott
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John Elliott, el hispanista inglés más renombrado del mundo, cree que el sentimiento de excepcionalidad que España arrastra desde el siglo XVII la hace "demasiado autocrítica", cuando su historia "tuvo éxitos y fracasos" y ha de "ser integrada, incluyendo a las Indias, en un contexto más amplio del mundo occidental".
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"España, Europa y el mundo de ultramar 1500-1800" (Taurus) título de su nuevo libro, sobre el que habló hoy con Efe, continúa el estudio que inició con "España y su mundo, 1500-1700", sobre dos siglos críticos en los que la historia de Europa se vio ensombrecida por el poder español, tratando de equilibrar la balanza.
"Dejar borrosas las diferencias puede distorsionar tanto la historia como exagerarla; identificar diferencias es tan importante como descubrir semejanzas", recalca el hoy catedrático emérito de la Universidad de Oxford, de 79 años.
Elliott cree que "el péndulo de la actual historiografía española se vuelca hoy excesivamente en equiparar toda la historia española con la europea, cuando hay diferencias importantes a destacar por las profundas consecuencias que tuvieron".
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"La España del XVI fue única entre los estados de Europa en tener dentro de sus fronteras una minoría étnica, en su mayor parte sin asimilar -señala-, que a pesar de su conversión nominal al cristianismo, continuaba aferrada a su fe y costumbres islámicas tradicionales".
Y fue única en poseer un imperio poblado por millones de indígenas con sus sistemas de creencias y formas de organización, cuyo oro y plata fue codiciado por los europeos, pero a menudo convertido en escoria, a ojos de los mismos españoles".
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Elliott rechaza que no se haya tenido en cuenta el mérito español de haber integrado tres razas y religiones, debido a una influencia ejercida por las críticas puristas de los europeos en el XVI, que hizo que los españoles "se desesperaban crecientemente en buscar una uniformidad que terminó por dañar al país".
"Escapar a esa mentalidad lleva su tiempo, pues siempre surgen más problemas", reconoce hoy el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales, que en "Imperios del mundo Atlántico" examinó y comparó las colonizaciones inglesa y española.
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En su opinión, la forma en que se vivieron las pérdidas del siglo XVII por la añoranza del imperio y el sentimiento de fracaso "pueden estar aún latiendo en las mentes de los españoles, cuya percepción de su propia diferencia creció como un exceso de autocrítica que no se ha superado.
La integración de los moriscos -cuya interesante complejidad está mostrando la historiografía contemporánea- es una de esas diferencias que el historiador reclama por no haber sido tenidas en cuenta.
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Elliott reconoce ser "un poco filósofo" cuando plasma y organiza sus conocimientos, fruto de la original e innovadora mirada de quien fue durante años catedrático en Princeton (EEUU). Los artículos, ensayos y conferencias que ordena este libro fueron escritos a partir de 1990 cuando regresó a Inglaterra y algunos son inéditos.
"España, Europa y el mundo de ultramar 1500-1800" se divide en tres partes. En la primera, "Europa", el autor incluye a España como conjunto de pueblos e identidades y no solo de Castilla; y luego, en "Un mundo de ultramar", sigue comparando la colonización de españoles e ingleses.
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Analiza la distribución y legitimación del territorio americano por las potencias europeas, la visión positivo-negativa que tenía España de sus territorios ultramarinos y las relaciones entre europeos y nativos americanos.
Asimismo, se centra en la progresiva diferenciación entre las sociedades metropolitanas y coloniales y las emancipaciones y estructuraciones políticas que tuvieron lugar en la América británica y la española.
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El libro acaba con un panorama de las relaciones entre el mundo del arte y el poder político en el que estudia la sociedad cortesana después de haber seguido el fascinante recorrido vital de El Greco por el Mediterráneo oriental en el que confluyeron el Imperio Otomano, el mundo cristiano de Bizancio y el de tradición cristiana latina.
El hispanista cierra su panorama con el capítulo "Apariencia y realidad en la España de Velázquez", pintor por el que reconoce se aficionó tanto a la historia de España, desde que en 1950 vio en el Museo del Prado el retrato del conde duque de Olivares.