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España no controla a los violadores en tercer grado

Los especialistas piden un protocolo común para hacer un seguimiento exhaustivo a los agresores.

Personas que miran a los ojos a los violadores

ALBERT MARTÍN VIDAL


Expertos advierten de que los primeros cuatro años de libertad constituyen la fase más crítica.A.Navarrete

La rehabilitación de los agresores sexuales en nuestro país está coja. A pesar de la aplicación de los programas más avanzados en la materia, el sistema falla en un punto trascendental: el seguimiento terapéutico a los agresores una vez alcanzan el tercer grado.

'Es absolutamente necesario que se establezca un seguimiento institucionalizado, tanto en el tercer grado como en la libertad condicional', afirma Guadalupe Rivera, que lleva 21 años como psicóloga en Instituciones Penitenciarias. Rivera apunta que los sistemas de seguimiento hoy en día son o bien inexistentes o bien muy determinados. Es decir, que se desarrollan a partir de la propia iniciativa del condenado -cuando tiene recursos económicos- o a través de estudiantes que colaboran con los centros penitenciarios.

Esta experta asegura que las medidas deberían aplicarse hasta cinco años después de la extinción de la condena: 'Está demostrado que es en ese tiempo cuando más reincidencia hay. El seguimiento terapéutico de estas personas, así como su control telemático, debería estar ya fijado en la misma sentencia'.

Fuentes de Instituciones Penitenciarias explican que es cierto que no hay seguimiento después del segundo grado. 'Este tipo de reclusos no suele acceder al tercer grado y cuando quedan libres, las comunidades autónomas deben responsabilizarse de su asistencia', explicaron, recordando que la reinserción no es competencia exclusiva de Instituciones Penitenciarias, sino de toda la sociedad.

La fase crítica

La vuelta de este tipo de presos a la sociedad, constituye 'la fase crítica', según Ferran Espanyol, especialista en la materia tras 25 años trabajando para los servicios penitenciarios de la Generalitat. 'Vuelven a ver a la familia, buscan trabajo y se enfrentan a un medio difícil', dice. Espanyol coincide con Rivera en que es necesario institucionalizar la gestión del riesgo cuando los agresores vuelven a la calle. 'Hemos avanzado mucho, pero queda camino por hacer: hace falta un protocolo de evaluación y una gestión constante del riesgo', explica, poniendo como ejemplo el sistema galés, donde se actualizan permanentemente estos datos.

Este psicólogo ve, sin embargo, un motivo para el optimismo: 'La conducta es imprevisible, pero el tiempo juega a favor porque, cuanto más tratamiento, mayor autocontrol'.

Un tercer especialista admite que 'el seguimiento debería hacerse en el medio libre y ser mucho más exhaustivo de lo que es ahora', aunque señala que las instituciones penitenciarias están poniendo mucho esfuerzo en una materia en que faltan profesionales. Además, apunta a que el seguimiento de los antiguos reclusos depende en muchos casos de cada centro.

La Generalitat es un buen ejemplo de cómo una administración puede gestionar el riesgo en el tercer grado mediante un trabajo multidisciplinar en el que, además del psicólogo, intervienen trabajadores y educadores sociales que se informan sobre el entorno de los condenados.

Para ello, elaboran una tabla de factores de riesgo entre los que se cuenta el consumo de drogas, las rupturas sentimentales, los problemas en el trabajo, el aislamiento social o la súbita negación de los hechos. Estos indicadores se actualizan con una periodicidad variable -cada semana en los casos más graves, cada mes en los más estabilizados-. De esta manera, favorece el control del reo, que puede llegar a perder el régimen que le permite estar fuera del centro si su situación lo recomienda.

Un programa de éxito

El único estudio existente en España sobre rehabilitación de agresores sexuales es contundente: en los cuatro primeros años tras cumplir su condena, el 18,2% de los agresores sexuales que no siguió programas específicos repitió su delito, por un 4,1% en los que sí siguieron estos cursos de rehabilitación.

Su efectividad es tal que, según fuentes penitenciarias, los mismos delincuentes sexuales han comenzado a solicitarlo tras su ingreso.
El curso tiene siete asignaturas, que se imparten con una frecuencia variable y empleando terapia de grupo o entrevistas individuales. Y se inicia siempre bastante antes de que el interno pueda acceder a sus primeros permisos.

El primer paso de este curso es que el recluso tenga una idea clara de su propia autobiografía. 'Deben ver su evolución y el sentido de los hechos que les han ocurrido', explica Espanyol. Una de las materias más duras, y que a menudo lleva años, es la aceptación plena de la gravedad del delito.

'Desarrollan mecanismos negadores, minimizan los hechos y responsabilizan a otros', añade. Los especialistas también tratan las distorsiones cognitivas de estos presos, a menudo relacionados con el papel de la mujer o los niños en el sexo. 'Tienen ideas erróneas, como que la mejor forma de hablar con un niño de sexo es practicándolo', explica este experto.

Asimismo, deben trabajar el mundo emocional del paciente, a menudo tan empobrecido que no son conscientes de sus propias emociones. Uno de los grandes retos del programa es la empatía con las víctimas. 'Es clave porque una persona empática es incapaz de agredir', asegura Espanyol.

Por último, a estos reclusos se les enseña también a llevar un estilo de vida positivo, que se refiere a asimilar hábitos saludables y a comprender qué elementos pudieron disparar la agresión.

Psicópatas. Las personalidades psicopáticas son, según los especialistas, las que presentan mayores dificultades para su reinserción. Suelen venir acompañados de rasgos narcisistas y sádicos. Suelen preparar sus agresiones con tiempo, a menudo con víctimas conocidas, un escenario estudiado y un ritmo ascendente de los hechos.

Descompensados. Los agresores que sufren enfermedades psiquiátricas con tendencia a descompensarse se cuentan también entre los que más difícilmente se rehabilitan.

Pederastas. Uno de los principales problemas para tratar a los agresores de menores de 13 años es que en la inmensa mayoría de los casos niegan reiteradamente que les atraigan los menores.

Maltratadores. Las recientes propuestas de incluir la inhibición hormonal o castración química chocan con la opinión de los expertos. 'Pueden ser útiles en algunos casos, pero siempre si van acompañadas de tratamiento psicológico de la persona', dice Ferran Espanyol, especialista en la materia. Los expertos recuerdan que la agresión sexual no es tanto una cuestión genital como de violencia. Por ello, en algunos casos, como en el de los agresores de mujeres adultas, este tipo de tratamiento puede provocar que la violación se lleve a cabo con todo tipo de objetos.

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