Hace ya trimestres que, viendo que EEUU y Europa volvían a crecer, gobiernos y expertos dijeron haber sentido en la palma de la mano el fondo de la crisis. Luego, la primera se convirtió en otra crisis, la de la deuda pública europea. La original era culpa de EEUU, aseguraba Europa en 2008 mirando con recelo al otro lado del Atlántico. Ahora, EEUU echa la culpa a Europa y dice que es a este lado donde está el germen del riesgo. 'Al final la culpa va a ser del Atlántico', dice con ironía José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, que observa con el resto cómo en este juego de contagios de costa a costa y de soluciones que han ido de la inyección masiva de dinero público al drástico tijeretazo, al final el resultado es que no se sale a flote. Otra vez el mundo occidental se estremece al ruido de las alarmas de vuelta a la recesión. El pasillo se alarga, la pesadilla no ha terminado. En los oídos suena: ushinawareta junen, la maldición japonesa que significa 'década perdida'.
¿Se puede repetir el desastre de Japón, que ha estado 20 años sin poder salir de las consecuencias de su burbuja inmobiliaria y los excesos de su sistema financiero? ¿Es posible que Europa y EEUU caigan en un coma continuado, una parálisis prolongada del consumo privado y la inversión empresarial que les impida crecer y, sobre todo, crear empleo? ¿Qué posibilidades hay de que, como ha ocurrido en Japón, las empresas entren en un proceso imparable de reducción de precios (deflación) para potenciar el consumo que haga menguar más la economía?
El mundo occidental puede caer en un estancamiento a largo plazo como el nipón
Los expertos ven más cerca de caer en un pozo japonés a EEUU que a Europa. Esta tiene características que la pueden estancar pero no al modo de Japón. A Europa la pueden salvar sus instituciones. El Banco Central Europeo (BCE) tiene margen. Aunque, como en Japón y EEUU, el problema sea que el crédito hacia hogares y empresas no fluye, el corte está en puntos diferentes del circuito.
En Japón, como ahora en Estados Unidos, el estallido de la burbuja pilló a corporaciones y familias con un grado de endeudamiento que les generó una patológica aversión a la deuda. Dinero que entra, dinero que se destina a reducir lo que se debe. Es lo que el economista Richard Koo, jefe de Investigación del banco nipón Nomura, llama una crisis de balance. Da igual que sus respectivos bancos centrales fabriquen yenes o dólares para incrementar la base monetaria, el dinero real, la materia que usan los bancos para crear dinero bancario (cuando las economías crecen, la concesión de créditos, con dinero que vuelve a ser ingresado por el que lo recibe y prestado de nuevo por el banco, hace que se multiplique el volumen total que figura en los saldos del sistema). Japoneses y estadounidenses no piden créditos. El circuito está seco. Como ocurrió en Japón, 'en EEUU, la política monetaria no está sirviendo a su fin', explica Alberto Montero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. 'Pese a la gran cantidad de liquidez, esta no está siendo demandada por las empresas porque la capacidad productiva instalada está utilizándose al 75%', es decir, un 25% de los recursos preparados para producir máquinas, etc. están paralizados porque no hay consumo suficiente. Las empresas no van a invertir 'mientras no se use esa capacidad'. Los llamados QE (Quantitative Easing, o planes de compra de deuda con dólares nuevos de la Reserva Federal de EEUU) 'son inyecciones de dinero al sistema', pero no hay demanda de crédito. La banca no crea dinero. El circuito está seco.
En Europa, empresas y familias sí quieren crédito. Es la banca la que está sumida en el terror por sus crisis de liquidez y desconfianza. No presta. Además, el Banco Central Europeo (BCE), obsesionado por la inflación, se niega a incrementar la base monetaria. Cada vez que fabrica moneda para comprar (con cuentagotas) bonos de países de la periferia, destruye la misma cantidad. No vaya a ser que, como se ha demostrado durante siglos salvo que se caiga en trampas de liquidez como las de Japón y EEUU, más dinero lleve a más consumo, esto a más inversión, esto a más empleo y, ¡oh, terror germano! vayan a subir los precios, que es lo único que preocupa a la institución que preside Jean Claude Trichet.
El problema en EEUU es de aversión a la deuda, como en Japón. En Europa es la banca
Da igual que esa pueda ser la solución para expertos que, como José Carlos Díez, consideran que 'las crisis como la de Europa se resuelven con inflación, porque se transfiere renta de ahorradores (países/bancos que la prestan comprando deuda), porque su ahorro acumulado pierde poder adquisitivo, y ayudas a los deudores, que pagan en mejores condiciones'. ¿A quién ayuda entonces Trichet con su política?
Europa se puso a luchar contra la inflación cuando los precios subían por factores externos (petróleo y materias primas). 'La última subida de tipos (en el 1,5%) era lo contrario a lo que había que hacer', comenta Montero. Pero en el mundo del euro, el único que puede decidir en política monetaria es el BCE. 'En la crisis de América Latina, se optó por un doble ajuste: uno externo devaluando monedas y otro interno, por la contención de salarios y gasto público', comenta Montero. 'En Europa, como no se puede devaluar, todo el ajuste se está haciendo por vía interna. Es la trampa de la moneda única. Todo se hace a través del mercado. Alemania tiene superávit comercial y sus bancos lo enviaron a países con déficit para seguir creciendo mediante endeudamiento. Hasta que explotó. Como ahora no se utiliza el exceso de superávit para reequilibrar, no hay mecanismos de reestímulo salvo reducir costes y salarios. Esto lleva a un estancamiento a largo. La economía caerá hasta que se vuelva competitiva. Y como se reduce el gasto público, los ciudadanos ven cómo el salario social que les llegaba en forma de servicios también se reduce'.
El coste de la crisis en Europa se está cargando en salarios y beneficios sociales
El error son las políticas de ajuste, explica también Juan Torres, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Estas 'deprimen de forma tremenda la generación de ingresos. Hay que controlar a los mercados, que están abortando cualquier recuperación; resolver la deuda, pero no alimentando otra burbuja; y abandonar las políticas de austeridad'.
Si no, lo que se le viene encima a Europa puede ser peor que Japón, opina Torres. 'Japón tiene una inercia muy potente en su industria. Después de más de una década en recesión se veían sus productos por todo el mundo. En Europa, el consumo interno es mucho más importante que allí. ¿Qué no podrá ocurrir? Sólo falta una cosa para que esto se ponga muy feo: que Alemania, que depende más de las exportaciones, deje de crecer. Eso está a punto de ocurrir. Europa se puede encaminar a un nuevo tipo de depresión mezcla de la japonesa, con el consumo paralizado, y la de América Latina, con desmantelamiento del tejido industrial'. Solución: que el BCE se ponga a financiar a los países para que vuelvan a crecer.
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