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Corrupción en el ágora de Atenas

Fractura social. El pesado lastre de haber sido engañados por el anterior Gobierno dificulta a los griegos a avanzar en el nuevo marco político que quiere construir Papandreu

 

BELÉN CARREÑO

En El mito de la caverna, Platón reflejó las dificultades para distinguir la verdad y cómo el acceso al conocimiento no garantiza la felicidad a una parte de la sociedad. Más de 2.600 años después, alrededor del mismo ágora donde se divulgó la filosofía, los ciudadanos griegos tratan también de encontrar la verdad del enorme agujero económico que tiene su Estado. Por ahora, conocer que el déficit público es el doble del que aseguraba el anterior Gobierno conservador (en el poder hasta octubre pasado) ha dibujado una honda grieta entre la sociedad y la política, en la que los griegos parecen haber dejado de creer.

'Queremos que la gente que hemos elegido nos diga dónde está el dinero', exige vehemente Danai, secretaria del director de un hospital público en el centro de Atenas. Como buena mediterránea, discute acaloradamente sobre las causas de la crisis con dos colegas funcionarios, Sotiris y Vanessa, en un minúsculo despacho que comparten tres empleados del hospital. Vanessa, de 34 años y una década más joven que sus dos compañeros, habla de los 'errores del pasado' de la sociedad griega pero Danai le recrimina: '¿Qué pasado, si esto fue hace seis meses?'

Los griegos quieren saber adónde ha ido a parar el dinero que no está en las cuentas

Los griegos tratan de averiguar hasta dónde se remonta la cadena de culpables del descalabro de sus cuentas públicas, pero por ahora sólo hay una cara visible, Kostas Karamalis, el anterior primer ministro. Y con él, todo el que esté relacionado con la política es sospechoso. Por eso, a las puertas del Parlamento griego, la consigna más coreada durante las protestas de esta semana contra la aprobación del severo plan de ajuste era 'ladrones'.

'Queremos ver a alguien en la cárcel', reconoce Stamatis Drakakakis, un prestigioso abogado especializado en competencia, muy alejado del estereotipo de los que gritaban en las calles el pasado miércoles. 'El problema ha sido de mala gestión. El dinero no se ha gastado como debería y hay un complejo sistema de corrupción hacia el que la gente ha tenido una alta tolerancia', concluye. 'Cogieron el dinero de la Unión Europea y no hicieron nada con él. Nunca tuvieron un plan serio de desarrollo sobre cómo emplearlo', se duele Angeliki, una jubilada del sector público.

En medio del descrédito político, los ciudadanos han depositado su última esperanza en el nuevo líder del país, el socialista Yorgos Papandreu. 'Es un acróbata. La línea sobre la que tiene que actuar para sacar al país de este problema sin equivocarse es muy fina', reflexiona Stella Daouti, una joven arquitecta de 31 años. Stella y sus socios en el estudio, Giorgos y Michaeljohn, se han formado en el extranjero y su percepción del reparto de responsabilidad es diferente al de otros de sus conciudadanos. 'Tenemos los políticos que nos merecemos', sentencia Giorgos.

El cambio en el sistema electoral es fundamental para la transparencia política

Stella confía en que el Gobierno 'no vuelva a decepcionar' y aborde una de las reformas pendientes más importantes del sistema político: la del sistema electoral. El actual se rige por listas abiertas en las cuales el votante marca una casilla por su candidato favorito. En la práctica, esto ha provocado un proceso muy personalista en el que los propios candidatos terminan compitiendo con miembros de su partido para ser elegidos. La secretaria de relaciones internacionales del Pasok, el partido en el Gobierno, Paulina Lampsa, explica que la voluntad del Gobierno es cambiar este mecanismo porque al final, sólo los candidatos con el dinero suficiente para costearse de forma particular la campaña pueden salir elegidos. Como consecuencia, las mismas familias gobiernan durante años, de forma alternativa, el país. El propio Papandreu es hijo y nieto de primeros ministros, como lo era Karamalis.

A este shock inicial por el engaño político, se unirán en los próximos tres años los efectos del plan de austeridad, que contempla recortes en las pensiones, en los salarios de los funcionarios, congelación de sueldos en el sector privado o elevación de la edad de jubilación entre otras medidas. En definitiva, la pérdida de calidad de vida. 'No soy muy optimista. Los griegos están preparados para hacer sacrificios, pero si no vemos resultados no sé qué pasará', reconoce Filippos, un juez de 31 años que prefiere no dar su nombre real.

Además del recorte en su salario (ha pasado de cobrar 3.000 a 2.500 euros al mes, menos que un juez español de su edad), Filippos teme por la degeneración de la justicia, ya de por sí con muy escasos recursos y muy lenta. 'A los griegos nos encanta demandarnos', se ríe junto con Ana (también nombre falso), su hermana abogada y madre de un niño de dos años y medio. En Grecia, hasta las multas de tráfico terminan en los tribunales, colapsando el sistema judicial.

El deterioro de los servicios públicos puede acrecentarse en los próximos tres años

El deterioro de los servicios públicos es otro temor que planea sobre la sociedad. Danai y sus compañeros recuerdan que su hospital tuvo que cerrar una semana entera por falta de enfermeras. 'Ya nos han dicho que a partir de ahora los doctores que contraten no van a ser funcionarios como antes', explica Sotiris, que teme que esto empuje a los médicos a no buscar trabajo en el sector público. Lo mismo le ocurre a Garyfalia Mavrou, que trabaja como profesora de instituto y ve cómo ya no se renuevan las plazas vacantes. Muy dura con la clase política que 'exige sacrificios' cuando ellos 'se aprovechan de su posición', es mucho más condescendiente con la evasión de impuestos que hacen muchos de sus compatriotas. 'Porque este bar no declare unos céntimos del café no se forma ese agujero', reflexiona.

La permisividad de los griegos con la evasión fiscal supone, según el Gobierno, perder casi un 10% del PIB en ingresos. El think tank americano Brookings asegura que, a su vez, el coste de la corrupción supone un 8% del PIB. Y el experto en economía sumergida Friedrich Schneider sostiene que el mercado negro supone un 25,2% de la actividad en Grecia. Con estas cifras, el déficit fiscal del 13,6% del PIB no parece tan abultado.

Los abogados y los médicos son los mayores evasores de impuestos

'Los abogados y los médicos son los mayores evasores de impuestos', reconoce abiertamente Stamatis. 'Hemos perdido el sentido de ciudadanía', continúa a la vez que recrimina al Gobierno que no haya puesto en marcha un sistema de cruce de datos fiscales. A partir de la nueva ley, los abogados (antes exentos) tendrán que cobrar un IVA del 23%. El 95% de los contribuyentes griegos declara ganar menos de 30.000 euros al año. 'No es razonable', insiste Stamatis que recuerda que mucha gente piensa: 'Si el Estado me roba, yo robo'.

La misma impresión tienen Sotiris y sus compañeros, que ven cómo cada día los doctores aceptan pequeños sobres, conocidos como 'fakelaki', por parte de sus pacientes para pasar consulta antes o ser recibidos. 'Si quieres que un buen doctor te atienda es parte del sistema, tienes que hacerlo', se resigna Garyfalia, que asumió esta práctica para tener un buen médico que la asistiera en el parto.

'Ojalá hubieran sido más estrictos con nosotros', suspira Stella pensando en la UE. Pese a las reticencias por rescatar al país heleno, los griegos no han perdido el sentimiento europeísta aunque ahora ven más sus defectos. 'No hay una unión social, tenían que haber empezado por ahí', lamenta Ana, que estudió en Francia. Y es que Grecia, se ha convertido sin quererlo en el talón de Aquiles de Europa, el punto débil que ha revelado las grandes diferencias que laten en el corazón del Viejo Continente.

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