"Contenta me veré el día que me entreguen los restos"
El Supremo escucha por primera vez a víctimas del franquismo. Dos mujeres cuentan en el juicio contra Garzón cómo se llevaron a la madre de una y al padre de la otra y nunca volvieron a saber de ellos.
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El Tribunal Supremo vivió ayer un momento histórico. Por primera vez en España víctimas del franquismo declararon ante un tribunal. Es verdad que no es uno que vaya a juzgar los crímenes que sus progenitores y ellas mismas sufrieron, pero, salvo el intento fallido de Baltasar Garzón, es lo más cerca que han estado de la Justicia que llevan reclamando más de 70 años.
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Los primeros testigos llamados en el juicio contra el juez de la Audiencia Nacional por haberse declarado competentes para investigar los crímenes del franquismo fueron dos mujeres, María Martín López y Pino Sosa Sosa. A ellas les seguirán una veintena que comparecerá en el Alto Tribunal entre hoy y la próxima semana ante los siete magistrados que juzgan a Garzón.
Describen la inútil búsqueda de sus familiares en todas las instituciones
María Martín, de 81 años, vestida de negro y ayudada por un andador, fue la encargada de romper el hielo. Con una voz tan rota que hizo muy difícil seguir su declaración, explicó cómo "mataron" a su madre en 1936, junto a 27 hombres y tres mujeres, "por no tener 1.000 pesetas". Se la llevaron la noche del 21 de septiembre de 1936 y nunca más volvió a verla. Vivían en Pedro Bernardo (Ávila).
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Ella tenía "seis años y dos meses" y desde entonces intenta recuperar el cuerpo. Sabe en qué punto justo de la cuneta está y cuánta tierra tiene encima en cada mejora que se hace en la carretera anexa.
Contó cómo su padre le encargó en el momento de su muerte, en 1977, que continuara la búsqueda de su madre, para "llevarla con él", y que las pesquisas que el hombre nunca abandonó llegaron a ser respondidas con un "márchate, no nos reclames, no vaya a ser que te vayamos a hacer lo mismo que a ella".
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La asociación de una de las testigos ha recurrido ante Estrasburgo
Durante su declaración le fue exhibida la carta que envió a la Audiencia Nacional y que identificó como propia, salvo por los números de foliado del sumario. "Los números no son míos", dijo al ver el documento.
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En el texto contó cómo, después de matar a su madre, le hicieron beber medio litro de aceite de ricino con 10 guindillas, y a su hermana, de 12 años, un litro con 20. Y se permitió una pregunta: "¿Dónde estuvo dios, que no nos echó una mano?". A continuación dijo que "si su madre hizo algo" por "sus ideales, ¿qué delito habían cometido unas niñas de seis y 12?". Y hasta una acusación: "Este desaguisado lo hacían las personas buenas de comunión diaria".
Ante el tribunal explicó que no ha "hecho nada más que pedir a personalidades" que le ayudaran a recuperar los restos de su madre: el rey, Felipe González, la que fue alcaldesa de Pedro Bernardo... Y hasta la Audiencia Nacional.
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Respecto a si estaba contenta de su declaración en el Supremo, Martín mostró ese escepticismo que le han dado todos esos años de lucha en vano. "Contenta me veré en el séptimo cielo el día que entreguen los restos, si me entregan los restos", dijo.
La siguiente testigo, Pino Sosa, de 75 años, firmó la queja que la Asociación de la Memoria Histórica de Arucas (Gran Canaria) planteó al Consejo General del Poder Judicial por la tardanza de Garzón en resolver. Lo primero que hizo ante el tribunal fue aclarar que "su testimonio no va a condicionar en nada la búsqueda" de su padre y de los más de 500 desaparecidos que denunció, hechos que ha llevado hasta a Estrasburgo.
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Declaró que a su padre se lo llevaron una madrugada y no lo volvió a ver. "Los apalearon, los tuvieron presos. Cuando se llevaron a mi padre yo era muy pequeñina. Se nos llevaron el pan y la sal de nuestras casas. Mi madre quedó enferma", explicó antes de decir que su progenitora nunca quiso declararle muerto. "Se lo llevaron vivo y vivo lo reclamaba", aseveró.