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La canción sin estribillo de la clase media chilena

Andrés Wood estrena 'La buena vida', Goya a la mejor película latinoamericana

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A Andrés Wood (Santiago de Chile, 1965) el dramaturgo y director artístico Rodrigo Bazaes le propuso hacer un documental sobre una peluquería en el centro de Santiago. En la primera visita, a Wood, además de a laca, el lugar le olió a largometraje, y decidió ponerse a escribir un guión, junto a su amigo, que acabó creciendo hasta convertirse en "una foto del Santiago de Chile de hoy". Un Santiago de color grisáceo, de atascos y personas cuyas vidas se cruzan casi sin tocarse, "casi sin mirarse", reconoce el director en una conversación desde República Dominicana.

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La buena vida, mejor película latinoamericana en los Goya de este año y estreno de autor de esta semana, es la quinta cinta del cineasta chileno, que ganó con Historias de fútbol el premio a la mejor dirección novel en el festival de cine de San Sebastián de 1997, y que convirtió a su cuarta cinta Machuca (2004) en un fenómeno cinematográfico en Chile. De paso, abrió el debate sobre una de las llagas nacionales, el golpe de Estado de 1973.

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Una vez más, Wood ha dado de qué hablar. "Ahora de lo que se habla es de si es un filme optimista o pesimista", dice. Desde luego, a los hombres y mujeres que el director retrata poco les sale bien. "Sueñan con cosas realizables, pero hasta eso les es difícil", explica. A pesar de ello, el director considera que la suya no es una película de derrotas: "Son personajes a los que les mueven los afectos. Son torpes. Y para mí eso es esperanzador".

Entre los personajes de La buena vida, el más cruel, Santiago de Chile. "La ciudad tiene esta soledad acompañada, esta crueldad de la liberalización vertiginosa, donde te tienes que encargar de enterrar a tus muertos, donde no hay amparo. Pero, a la vez tiene cierta humanidad", asegura. Entonces, ¿optimista, pesimista o nada de esto? "Es una película pesimista con la globalidad, pero optimista con lo pequeño".

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Andrés Wood construye este retrato de una clase media gris sin grandes clímax dramáticos, sin violencia, y con su sello habitual de costumbrismo. "Es una película construida con el oído", dice. "De alguna manera creímos que estábamos tocando una sinfonía, algo chileno, porque es planito". Y ¿qué tipo de música sería? "Pues, como ese rock antiguo, donde te contaban historias, pero sin estribillo", finaliza.

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