La capital de la provincia fronteriza de Xinjiang, en China, volvió el sábado a una difícil tranquilidad, mientras miles de soldados vigilaban la ciudad para evitar nuevas protestas tras días de mortales disturbios que han exacerbado la enemistad étnica.
La ciudad del oeste de China se encontraba nuevamente bajo fuertes medidas de seguridad después de tres días de protestas en las que según las autoridades murieron cinco personas el jueves.
Los comercios reanudaron sus actividades, al igual que el transporte y las carreteras, vigilados por policías y soldados antidisturbios, muchos de los cuales mantenían a los residentes han lejos de las zonas de los uigures.
Los soldados utilizaron gases lacrimógenos el viernes para dispersar a multitudes en su mayoría de chinos han que pedían la dimisión del secretario regional del Partido Comunista, acusado de no proteger a la población de un misterioso ataque con jeringuillas del que responsabilizan a los uigures.
El sábado continuaban las denuncias de nuevos ataques. Decenas de chinos han se quejaron cerca del centro de la ciudad de que las tropas se llevaron a un uigur al que acusaban de apuñalar a un niño.
Los disturbios alarmaron a la administración central cuando queda menos de un mes para que China celebre el 60 aniversario de la fundación del Gobierno comunista.
"Los saboteadores podrían estar planeando más disturbios para crear una sensación de inseguridad en la cuenta atrás del país para su gran celebración del 60 aniversario", dijo un editorial en el China Daily, el periódico insignia chino en inglés.
Al menos 197 personas murieron en Urumqi el 5 de julio cuando una protesta terminó en mortales disturbios que China calificó como un ataque separatista. La mayoría de los fallecidos eran chinos han.
El ministro responsable de la policía, Meng Jianzhu, voló hacia Urumqui para supervisar la seguridad.
"Los ataques con jeringuillas fueron una continuación del incidente del 5 de julio. Su objetivo es destrozar la unidad étnica y crear divisiones en la patria", dijo Meng.
Pero en Urumqi, la armonía étnica parece un ideal distante, en medio del temor mutuo entre uigures y han por los ataques con jeringuillas.
La población de Xinjiang es de 21 millones de personas y la mayoría de los residentes en Urumqi son chinos han.
Aunque no se registraron protestas masivas el sábado por la mañana, algunos residentes dijeron que su deseo de venganza por las muertes del 5 de julio no había mermado.
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