Brown enseña sus cartas para intentar convencer a los votantes
El primer ministro británico promete mano dura con la violencia urbana y más ayudas
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El primer ministro británico, Gordon Brown, consumió ayer uno de sus últimos cartuchos con los que convencer a la opinión pública de que aún le quedan ideas y energías para prolongar el largo periodo de los laboristas en el poder.
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En su discurso ante el congreso del partido, el primer ministro alardeó de todo lo que ha hecho para conjurar los efectos de la crisis financiera, algo que los sondeos parecen no agradecerle, y detalló una larga lista de medidas futuras como si fuera un debate de investidura. Arrancó con fuerza y vigor, pero pronto dejó patente que es un discreto orador al que le cuesta mantener el interés de la audiencia.
Brown anunció que su Gobierno abandonará el proyecto de imponer un DNI a los británicos, una idea impopular procedente de los tiempos de Tony Blair y en la que se han gastado ya miles de millones de libras. Sin embargo, suscribió el manual de su antecesor en otro punto del que hasta ahora se había distanciado: la mano dura con la pequeña delincuencia que tanto alarma a la clase media en muchas zonas urbanas del país.
"Siempre que haya conducta antisocial, estaremos allí para luchar contra ella", dijo. "Nunca permitiremos que los jóvenes o quien sea conviertan nuestras ciudades en zonas prohibidas por la noche". Prometió "normas claras y castigos claros" a las 50.000 familias problemáticas de las que se dice que no controlan a sus hijos. Los Ayuntamientos podrán restringir las horas de apertura de los pubs. Los bares podrían verse obligados a reparar los destrozos que causen sus clientes.
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Brown no anunció que la crisis económica ha terminado. En cambio, sí se comprometió a que el Estado no abandonará a la sociedad en estos momentos difíciles. Lo hará a través del salario mínimo, las pensiones y las ayudas a las familias con hijos.
Tuvo palabras de elogio para la sanidad pública, cuestionada por muchos conservadores. El partido que encabeza los sondeos tiene una "ideología en bancarrota", clamó el primer ministro. "Lo que ha fracasado es el fundamentalismo derechista que dice que todo hay que dejarlo al mercado, que dice que los mercados no sólo deben ser libres, sino estar libres de valores".
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Su mayor problema es una crisis de credibilidad personal entre el electorado. No parece que este discurso vaya a cambiar la opinión de la gente. Brown lleva más de 12 años en primera línea de la política británica y a estas alturas ya no puede sorprender.
Los que esperaban una gran ruptura en forma de un sistema más democrático de representación en el Parlamento estarán decepcionados. Sólo prometió un referéndum en la próxima legislatura para preguntar a los británicos si quiere mantener el sistema mayoritario a una sola vuelta. Para entonces, quizá Brown ya no sea primer ministro.