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Ángelica Liddell lleva su teatro alternativo al Centro Dramático Nacional

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El Centro Dramático Nacional recibe por primera vez a la catalana Angélica Lidell con su obra "Perro muerto en tintorería: los fuertes", una propuesta arriesgada con la que la artista llega "a la corte" para reivindicar "que la presencia del teatro alternativo en el CDN sea algo habitual y no extraordinario".

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Tal como anunciaba durante su presentación el director del Centro Dramático Nacional (CDN), Gerardo Vera, éste espectáculo -que se representará en el Teatro Valle-Inclán desde el próximo jueves y hasta el 16 de noviembre- será el primero de los dos montajes que Liddell exhibirá esta temporada con el CDN, al que volverá en diciembre con "El año de Ricardo".

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Un estilo que el propio Vera calificaba de "inteligente, arriesgado, profundo y necesario" y que se evidencia perfectamente en "Perro muerto en la tintorería: los fuertes", donde la autora catalana "lleva al hombre a una situación casi apocalíptica para ver cómo reacciona en situaciones extremas".

En su intento de "prender al mundo con sólo una astilla", Angélica Lidell se inspira en textos tan dispares como el bíblico "Libro de Job", "El contrato social" de Rosseau y, sobre todo, "El sobrino de Rameau" de Diderot, con el que se siente identificada también en lo personal para, según dice, "descubrir la podredumbre que subyace en el mundo".

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Así comenzó a gestarse hace ocho años este texto, que ha sufrido innumerables correcciones de la autora. Según explica la artista, las "catástrofes de estos años, como la caída de las Torres Gemelas o las invasiones ilegítimas", le llevaron a imaginar este mundo en el que los personajes, alienados por un régimen totalitario, "se inventan crímenes para poder recuperar sus sentimientos, pero cuando lo consiguen se autodestruyen".

La propia Liddell se sube al escenario -junto a Nasima Akaloo, Miguel Ángel Altet, Carlos Bolívar, Violeta Gil y Vettius Valens- para encarnar a un perro, en un trabajo que resume como "demoniaco y de demencia controlada".

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Y es que, a pesar de que la intención inicial de la artista era que una animal real asumiera el papel, este personaje sumó al montaje una nueva reflexión, esta vez sobre "el propio trabajo del actor", para quien "llegar a un teatro nacional es como acceder a la corte para el bufón de Diderot".

Acompañando a los protagonistas de carne y hueso aparecen una serie de esculturas -obra de Enrique Marty- que muestran, a modo de 'dobles', la desnudez, las yagas y heridas que los personajes no enseñan.

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