El escritor italiano Andrea Camilleri se confiesa "harto" del comisario Montalbano y por eso decidió que en "La muerte de Amalia Sacerdote" fueran sus lectores, en lugar de su famoso personaje, quienes buscaran la verdad entre la compleja red de intereses tejida por la mafia, la política y la banca.
Camilleri (Porto Empedocle, Sicilia, 1925) ganó hace un mes el II Premio Internacional de Novela Negra RBA con esta obra, que se publica en España mañana, jueves, y que, según ha explicado su autor a Efe, se basa en una recopilación de noticias periodísticas que él se ha limitado a "amasar y servir caliente".
"Yo no invento mis historias, me las sugieren los hechos reales", asegura el prolífico escritor siciliano durante una entrevista concedida en su residencia romana en la que dice sentirse "honrado" de haber sido precedido en este premio -el de mayor dotación económica de su género, con 125.000 euros- por Francisco González Ledesma, "un escritor de quitarse el sombrero".
"La muerte de Amalia Sacerdote" pretende dejar constancia de un fenómeno, el de la colusión entre la mafia y los poderes públicos, que, según advierte Camilleri, no es exclusivo de Sicilia, sino que se da también en el resto de Italia y en otros países.
Manlio Caputo, hijo de un líder de la izquierda siciliana, es acusado de la muerte de su novia, hija de un destacado diputado del partido rival, en una trama que se desarrolla en la sede de la RAI en Palermo, con el director regional de los informativos de la televisión pública italiana como protagonista.
El arranque de la novela recuerda a un caso que recientemente ha copado en Italia la crónica de sucesos, el "crimen de Garlasco", que tuvo como víctima a una joven.
Pero la principal referencia es otro caso más antiguo y que, según recuerda Camilleri, sirvió para alejar del poder hace más de medio siglo al entonces número dos de la Democracia Cristiana, Attilio Piccione, cuyo hijo se vio envuelto en la muerte de una muchacha de la que luego fue exculpado.
Con un ritmo intenso y abundantes diálogos, la novela va dando al lector las claves para llegar hasta la verdad de un crimen que políticos, mafiosos y banqueros, con la complicidad de magistrados y de periodistas próximos al poder, se afanan en ocultar por diversos motivos.
Camilleri ha querido poner al lector delante de los hechos, convencido de que la literatura, por sí sola, "no puede hacer nada frente a la corrupción, sólo constatar que existe".
"Si un libro inmenso como el de los Evangelios no ha logrado en todos estos siglos modificar la actitud de los hombres, una novela no conseguirá modificar el comportamiento ni siquiera de una hormiga", afirma el escritor, que se declara no creyente.
"Hay grandísimos autores que pueden hacer cambiar a un hombre -a mí me pasó con 'La condición humana', de Malraux-, pero no a toda la comunidad", añade.
Camilleri, que en noviembre publicará en España un diccionario sobre la mafia, insiste en el peligro de un crimen organizado que ha encontrado en internet su nueva área de influencia. Son tiempos en los que "el viejo pacto de sangre mafioso ha sido sustituido por las contraseñas de acceso a las redes informáticas".
Y se lamenta de que la mafia -"que es la primera empresa de Italia"- vaya "un paso por delante" del Estado y disponga de cómplices entre quienes deben combatirla.
No se sorprende del apoyo dado por los italianos al primer ministro, Silvio Berlusconi: "Si la mayor parte de los italianos se sentía identificada con Mussolini, no veo por qué no se va a ver identificada con Berlusconi".
"Aunque -añade con ironía- ante un hombre de 72 años que dice que por la noche duerme tres horas y que las otras tres las dedica a hacer el amor, yo me inclino, ligeramente envidioso".
Su relación de amor-odio con el comisario Montalbano parece haberse intensificado últimamente.
Camilleri asegura que "hace ya tiempo" que se hartó de su personaje, pero confiesa que no puede deshacerse de él, porque cada vez que publica una novela del famoso comisario, el gran público vuelve a prestar atención a sus obras históricas, las que más disfruta escribiendo.
"Es un chantaje asqueroso", bromea el escritor, que ya tiene listas nuevas entregas de la serie.
Pese a que sus libros se suceden en las librerías -en septiembre se editó en España "El beso de la sirena", que su autor dice contar entre sus obras favoritas-, Camilleri asegura que no hay nada de febril en su actividad narrativa, a la que, a sus 83 años, se entrega con una pasión ordenada.
"Escribo de siete menos cuarto a diez de la mañana. Por la tarde leo lo que he hecho. En tres meses el libro está escrito. Lo dejo un mes reposar y luego lo reviso. En seis meses está listo para ser publicado", resume su método.
Camilleri dice que él es como uno de esos hombres que van por Sicilia contando historias y después pasan la gorra entre el público. Y asegura que de todo lo que recoge "lo más gratificante" son las incesantes muestras de afecto de sus lectores.
Entre las más recientes cita una carta sin firmar de una enferma terminal que le daba las gracias porque había vuelto a sonreír leyendo una de sus novelas.
"Es entonces -dice- cuando te das cuenta de que lo que escribes sirve para algo".
Carlos Gosch.
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