Se alquila marido, invitado de boda o acompañante de compras
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Santiago, el personaje que interpretaba Juan Luis Galiardo en la ópera prima de Fernando León, Familia, alquilaba una familia entera para celebrar su cumpleaños en compañía. Como siempre, la realidad supera a la ficción, y hoy, en Japón, las empresas que desarrollan esta insólita actividad se han multiplicado a consecuencia de la crisis. Hombres a los que han despedido alquilan personas que se hacen pasar por sus jefes, otros que no duran mucho en sus trabajos contratan individuos que simulan ser sus compañeros... Kaspar Astrup Schröder ya contaba en su película Alquila una familia S.A. (2012)¸ 'El Documental del mes' que llega ahora a España, los inicios de este floreciente negocio.
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"Lo que más me piden son sustitutos de padre", explica Ryuichi Ichinokawa, dueño de una de las primeras empresas de alquiler de personas que se crearon en Japón. Hagemashi-Tai, que significa "quiero levantarte el ánimo", es el nombre de su negocio. Un trabajo que sustenta con una página web, donde los clientes pueden elegir: sustituto de padre/madre, sustituto de hermano/a, sustituto de novio/a... Un clic y comienza la transacción. "Sobre todo enviamos sustitutos a bodas (...)", continúa Ichinokawa, que reconoce que sus clientes "están muy desesperados. Por algún motivo necesitan ocultar sus secretos".
Y por algún motivo, él mismo ha ocultado también a su propia familia de dónde sale el dinero con que la sustenta. Así, todo en Alquila una familia S.A. tiene que ver con la mentira y con la impostura social. En un país donde no se exteriorizan sentimientos ni emociones y en el que cualquier detalle de la vida íntima se esconde, alquilar personas se convierte en una posibilidad de futuro empresarial, incluso cuando el empresario tiene que ocultar su trabajo a los suyos.
Obsesionado con unas vacaciones en Hawai, Ryuichi Ichinokawa es un tipo profundamente infeliz que, a pesar de su mujer y sus dos hijos, se siente trágicamente solo. "Mi familia no sabe nada acerca de mi empresa", reconoce. Dice que no le van a entender, que le da "mucho miedo que se sepa la verdad". Su mujer, por su parte, admite que sus amigas a veces le preguntan en qué trabaja su marido. "Tengo que ser sincera y decirles que no lo sé". Por supuesto, la relación entre ellos está herida de muerte. "Lo he dejado por imposible, mientras tengamos para vivir. Ya no me importa lo que haga", añade ella, que hace tiempo ha echado a su esposo a otra habitación, mientras ella duerme con uno de sus dos hijos. Unos chicos que ya no le regalan nada en el Día del Padre.
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El propio Ryuichi es el espejo en el que se puede reflejar la soledad de casi todos sus clientes. Una novia alquila a toda la plantilla de colaboradores de Hagemashi-Tai, 32 personas, para su boda. "Solo la novia sabe que todos sus invitados son alquilados", explica a cámara Ryuichi, que ha cobrado por este trabajo 25.000 dólares.
Lo habitual es que su empresa reciba aproximadamente doce encargos al mes. Lleva cinco años haciendo esto y jamás le han descubierto. "No lo hago por dinero. Tan solo ayudo a mis clientes", afirma. Y una de sus colaboradoras, Yumi, un ama de casa de 29 años, corrobora estas palabras. Ryuichi Ichinokawa la ha llamado para que se ocupe de un encargo que no es muy habitual, de hecho no se trata de buscar un sustituto, simplemente es un cliente que necesita a una persona. Es un novelista, un hombre de más de sesenta años, que busca alguien que lea su nuevo libro y le haga una crítica. "Ahora podré pedir otras cosas -dice, refiriéndose a esta peculiar empresa-. Los hombres maduros necesitamos alguien que nos acompañe a comprar ropa".
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Una mujer contrata al señor Ichinokawa para que se haga pasar por su nuevo marido ante el anterior. Una joven necesita un sustituto de padre, su novio quiere su aprobación antes de que ambos se vayan a vivir juntos. Un tipo alquila a unas cuantas personas para su boda, porque no quiere que su novia sepa lo solo que está... La película de Kaspar Astrup Schröder destila soledad y tristeza, desesperanza, miedo, mentira... el propio Ryuichi Ichinokawa confiesa que su situación personal le ha puesto en el límite y que piensa "a menudo en suicidarme. Pienso todos los días en el suicidio".