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Alfonso Nieto, pionero de los estudios de comunicación en España

CARLOS BARRERA*

El fallecimiento en Pamplona del catedrático asturiano Alfonso Nieto Tamargo (Oviedo, 1932) constituye una oportunidad más que idónea para recordar el trabajo de aquellos que, como fue su caso, hicieron posible que muchas generaciones de periodistas y de comunicadores recibieran una sólida formación universitaria y no un simple adiestramiento en unas cuantas destrezas técnicas.

Corría el año 1969, se había designado a un nuevo ministro de Información y Turismo y se estaba debatiendo en las Cortes un proyecto de Ley General de Educación. Se presentó así una ocasión única para que el entonces director del Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, Alfonso Nieto, junto con el director y subdirector de la Escuela Oficial de Periodismo (los conocidos periodistas Emilio Romero y Luis María Anson), pusieran en marcha una operación destinada a convertir el periodismo en estudio de rango universitario superior. No sin dificultades debido a las reticencias del mundo político, académico y periodístico, se consiguió.

Fue un hombre apasionado con su quehacer y que contagiaba esa pasión

Doctorado en Derecho por la Universidad de Oviedo (1957) y periodista, tras sus primeros años como docente en la Universidad de Navarra entre 1966 y 1974, se incorporó como profesor de Empresa Informativa a la Universidad Complutense de Madrid, de la que fue también vicedecano. Allí se convirtió después en 1976 en el primer catedrático español en esta área. Tras volver a Pamplona, ocupó el cargo de vicerrector de la Universidad de Navarra de 1977 a 1979, y rector del centro académico hasta 1991.

Su legado como profesor e investigador ha sido abundante y reconocido nacional e internacionalmente con distintos premios, distinciones y galardones. Fue pionero en los estudios sobre las empresas informativas en España, y entre sus obras figuran varias que son aún hoy referencia ineludible en su campo. Todos sus discípulos y compañeros de trabajo hemos envidiado esa extraordinaria capacidad intelectual que demostró hasta prácticamente el final de su larga vida. A todo ello había que añadir su extraordinaria calidez humana, su exquisito trato con alumnos, doctorandos y colegas de claustro, a los que dedicaba lo mejor de su tiempo con gran generosidad.

Descanse en paz un hombre apasionado con su quehacer y que contagiaba esa pasión. Todos los periodistas y comunicadores surgidos desde los últimos años sesenta tenemos una deuda de gratitud con él.  

* Carlos Barrera es director del Máster en Comunicación Política y Corporativa de la Universidad de Navarra.

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