Los diputados y lores británicos comienzan a perder la paciencia con el rumbo que ha tomado la investigación judicial sobre la muerte de Diana de Gales y Dodi Al Fayed, que preside lord Scott Baker en el Alto Tribunal de Inglaterra.

El jurado escuchó anteayer a un testigo inusual en una vista pública, el ex director del Servicio Secreto de Inteligencia (SIS), Richard Dearlove, rechazar por 'totalmente ridículo' que él o sus agentes mataran a la pareja en 1997. Dearlove, responsable entonces del llamado MI6, también considera 'completamente absurda' la participación de Felipe de Edimburgo en la conspiración, como sostiene el padre de Dodi, el empresario egipcio Mohamed Al Fayed. Pero el juez sigue profundizando en el terreno del espionaje y ha llamado a declarar a diez agentes secretos, suscitando malestar entre la clase política.

'Es una pérdida de tiempo y dinero. Se está poniendo en ridículo nuestro sistema judicial', ha criticado el lord laborista George Faulkes. 'Comprendemos el dolor de Al Fayed. Pero en algún momento debe aceptar que nadie está implicado en las muertes de su hijo y de la princesa. Fue un accidente', señala el diputado Dari Taylor.

Ambos políticos sugieren que Scott Baker debería poner fin a sus pesquisas y cerrar una encuesta que acumula gastos al erario público de más de tres millones de euros. En su defensa, el juez advirtió ayer a los críticos del proceso del riesgo a incurrir un delito de desacato con comentarios que puedan influir al jurado.

El magistrado recordó además que su principal objetivo se centra en 'confirmar o disipar las sospechas del público' sobre las circunstancias del accidente en Paris. Por ello, a partir del lunes, sentará a espías del MI6 en la silla de los testigos, con sus identidades protegidas por simples números o letras.

El público y la prensa no verán sus rostros pero escucharán los testimonios desde un anexo alejado de la sala 73, que ocupan el jurado y equipos de abogados desde el pasado 2 de septiembre