Hace diez años, dos adolescentes con problemas emocionales y psicológicos sembraron de bombas una escuela secundaria en Colorado, mataron a 13 personas, hirieron a 24 y se suicidaron. En los años siguientes, se produjo una avalancha de estudios para tratar de determinar la motivación que los dos muchachos tuvieron para cometer esta masacre y que, todavía hoy, sigue siendo un misterio.
La matanza de la Escuela Secundaria Columbine, perpetrada por Eric Harris y Dylan Klebold, abrió además el debate sobre las armas de fuego en Estados Unidos y sobre cómo evitar otros sucesos similares.
El 20 de abril de 1999, Harris con una camiseta en la que se leía 'Natural Selection', y Klebold, cuya camiseta tenía impresa la palabra 'Ira', llevaron a la escuela bombas de fabricación casera que colocaron en la cafetería, y dejaron otras en sus respectivos automóviles.
Ambos, vestidos con chaquetas largas y oscuras, y equipados con una carabina y una pistola automáticas y dos escopetas con caño recortado, se sentaron a esperar que el estallido de las bombas -que hubiesen matado a cientos de personas- hiciera que la gente huyera despavorida del edificio, y entonces fusilarles.
Como las bombas no estallaron, Klebold, el joven con penas de amor, deprimido y que pensaba que no había vida peor que la suya, y Harris, quien se creía Dios y anhelaba que se reconociese la inferioridad de todos los demás, volvieron al edificio y empezaron a disparar contra quien se cruzase en su camino.
El resultado fue la tercera matanza escolar más mortífera en la historia de Estados Unidos después de la ocurrida en 1927 en la escuela Bath de Michigan (45 muertos, 58 heridos), y la ocurrida en 1966 en la Universidad de Texas (14 muertos, 32 heridos).
Hace justo dos años, se vio superada también por la masacre en la Universidad Politécnica de Virginia, que causó 32 muertos y decenas de heridos.
La matanza de Columbine provocó un enorme despliegue de medios audiovisuales, sobre todo cuando los equipos de operaciones especiales de la policía rodearon la escuela, ayudaron a decenas de alumnos, empleados y maestros a escapar, y encontraron muertos a Klebold y Harris.
Inmediatamente se abrió un acalorado debate sobre la amplia disponibilidad de armas de fuego, la influencia de los videojuegos violentos en las mentes juveniles, y la atención o falta de atención de padres y madres hacia sus hijos con conflictos emocionales o problemas psicológicos.
En la versión apresurada de lo ocurrido en Columbine surgieron rumores: que a una chica la mataron después de responder que sí creía en Dios, o que Klebold y Harris se sentían víctimas de abusos de otros estudiantes.
Estas dos afirmaciones, y la supuesta fascinación de Harris y Klebold con los juegos 'góticos' de fantasía y vídeos, han sido desmentidos por los investigadores, pero se mantienen en la mente del público.
El estudio de los escritos dejados por los atacantes suicidas y un análisis de sus acciones, planificadas durante más de un año, muestran que Harris y Klebold querían causar una matanza generalizada que superara en violencia a la perpetrada en 1995 por Timoty McVeigh en Oklahoma City
Ese, que sigue siendo el ataque terrorista más letal perpetrado por un individuo en Estados Unidos, dejó 168 personas muertas y 800 heridos. Pero, a diferencia de McVeigh que tenía un motivación político, Harris y Klebold sólo buscaban terminar sus vidas en una hecatombe.
Todos los estudios, exámenes de conciencia, polémicas, medidas adoptadas para el control de las armas de fuego, programas de atención psicológica para los adolescentes y sermones de políticos y líderes religiosos no han impedido que, desde 1999, ocurrieran otros ataques en escuelas.
Tampoco impidieron que cuatro días antes del octavo aniversario de la matanza en Columbine, el estudiante Seung-Hui Cho, pertrechado con una pistola automática Glock y otra Walther 22, merodeara por casi tres horas en los alrededores de la Universidad Politécnica de Virginia, donde mató a 33 personas y se suicidó.
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