madrid
Actualizado:A media mañana en la mezquita de Paiporta hay mucho bullicio. Una veintena de personas toman café mientras hacen un descanso de las tareas de limpieza diarias; otras se cortan el pelo, aprovechando que una persona voluntaria ofrece cortes y afeitados gratis. Son vecinas y vecinos de los alrededores, musulmanes y no musulmanes, compartiendo cansancio pero también risas y charlas informales en medio del desastre que les rodea.
"La gratitud, el cariño, el amor, son las cosas que al final empujan a las personas a salir de esta crisis. Esa ha sido la mejor respuesta a todos los bulos y los discursos de odio que se han generado en las redes sociales", explica convencida Boutaina El Hadri, vicepresidenta de Casa Marruecos, en medio de una merienda de agradecimiento ofrecida por la organización a los 102 bomberos voluntarios del país africano, que desde el 13 de noviembre ayudan en la tareas de emergencia.
La escena de la mezquita de Paiporta se repite en otros lugares de la ciudad. En un restaurante hindú que ya no ofrece servicio por los daños ocasionados por la DANA, un grupo de personas Sij se preparan para repartir alimentos frescos. El flujo de vecinos es constante, cada uno agarra lo que necesita, sin excesos y preguntando siempre si pueden llevar una cosa u otra. "Aquí la gente me abraza. Y muchas personas de mi país que no han venido como voluntarios me llaman para decirme que están orgullosos por lo que estoy haciendo, el mensaje está llegando a muchos sitios", explica emocionado Amrik Singh, voluntario Sij, que vive en Girona desde hace 20 años y que se movilizó para ir a ayudar a València desde el 3 de noviembre. Usando las redes sociales, Singh ha conseguido que casi 300 voluntarios lleguen a la zona en estas semanas. "Si todos venimos y cogemos con las manos aunque sea un poco de barro, todo se limpia", afirma.
Igual que la comunidad Sij, miles de jóvenes de toda España se han movilizado hasta València para ayudar en las tareas más complicadas. "Llegamos de clase, y dijimos 'hemos terminado exámenes', pues nos vamos a dar una mano", cuenta César Criado, de 19 años, que junto a su prima viajó desde Madrid y ayuda en la limpieza de un colegio en el barrio del Raval de Algemesí, uno de los barrios más pobres y excluidos de la localidad. Junto a ellos, otros dos jóvenes voluntarios hondureños que viven en un pueblo de València no afectado por la DANA, sonríen tímidos mientras explican que su propia experiencia con desastres de este tipo en sus países de origen les hizo querer venir a ayudar en lo que pudieran.
Pese a que la realidad en las zonas afectadas consiste en colaboración y solidaridad, el aumento de los discursos de odio hacia la población extranjera, especialmente por parte de grupos de extrema derecha, aprovechando la crisis provocada por la DANA, junto con la intensificación de la presencia policial en algunas zonas, ha generado un clima de miedo entre las personas migrantes y racializadas. Muchas de ellas temen abusos o deportaciones, lo que las impide en ocasiones denunciar desapariciones o pedir ayuda, explica la educadora social de Candombé, Torres.
"Si tienes antecedentes o no tienes documentación, y te para la Policía, vas al calabozo directamente. Están registrando y deteniendo principalmente a gente migrante", asegura Gastón Ariel Rivero, un argentino residente en València, al lamentar cómo los migrantes, en particular los indocumentados, enfrentan registros arbitrarios. Rivero hace hincapié en cómo los migrantes vivieron especialmente con temor en los primeros días tras la DANA.
A esto, el Ministerio del Interior responde que las personas migrantes pueden acceder a las ayudas de protección civil para los municipios afectados por la DANA. La información se difunde a través de canales oficiales, y hay 22 oficinas temporales en las zonas afectadas para facilitar la tramitación. Estos recursos y ayudas públicas no son accesibles para las personas en situación irregular. Más aún, en estas oficinas tampoco se puede renovar la Tarjeta de Identidad Extranjera (TIE), pues requiere la intervención de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
El miedo es palpable entre las personas migrantes de las zonas afectadas. Muchas de ellas no querían ser entrevistadas para este reportaje o evitaban dar sus nombres por miedo a ser identificadas. Sin embargo, Adam (prefirió no compartir su apellido), un joven del barrio involucrado en los esfuerzos de reconstrucción desde el Parque Alcosa en Alfafar, asegura: "Los discursos de odio que salen en la televisión, periódicos y redes sociales, están muy lejos de los que vivimos en el barrio".
Una más en el desastre pero sin los mismos derechos
"Ha sido muy duro, yo quería ayudar pero no podía, escuchaba a tanta gente pedir ayuda, muchos gritos, qué pena de verdad, pero no podías hacer nada. He pasado seis días fuera de casa porque corría riesgo de derrumbe, sin agua, sin luz, muy duro, pero todos tenemos historias diferentes, igual de duras". Satvinder Kaur, una vecina de la localidad desde hace 22 años y originaria de la India, explica así cómo vivió las peores horas de la DANA desde su casa en Paiporta, uno de los municipios en la zona cero del desastre.
Satvinder Kaur: "Ha sido muy duro, yo quería ayudar pero no podía"
Casi un 10% de la población de las zonas afectadas por la DANA según datos del INE, son personas migrantes, como Satvinder, que ha perdido su negocio y dos coches. La Horta Sud de València, epicentro del desastre, está compuesta en gran parte por poblaciones obreras y cuenta con grandes extensiones agrícolas. El índice de población migrante en la zona es alto, en parte porque la vivienda es más asequible y también por las opciones laborales disponibles.
En todos estos cálculos, no están reflejadas todas aquellas personas en situación administrativa irregular y que viven también en esos municipios. Solo en la provincia de València son entre 43.000 y 47.000 personas, según estimaciones de la Fundación porCausa. Y una persona migrante que todavía no tenga sus documentos a menudo se ve obligada a aceptar trabajos precarios y sin contrato. Los salarios bajos y la inestabilidad laboral, obligan a estas personas a compartir vivienda e incluso habitación, para poder hacer frente a los gastos.
"Las ayudas deberían ser para todo el mundo pero en la práctica los requisitos son inasumibles para una persona en situación administrativa irregular que, por ejemplo, no tenga contrato de alquiler porque viven en habitaciones o no estén empadronadas en el municipio donde residen y muchas veces ni siquiera pueden tener cuenta bancaria", explica Mariam Narváez, de la Asociación Mujer por Ti, que trabaja en València con mujeres migrantes en condición irregular y que tiene al menos a 350 de sus usuarias afectadas por la DANA.
"La Generalitat solo acepta una solicitud por vivienda, aunque varios migrantes convivan juntos en muchos pisos. Pedimos respuestas, pero no las recibimos", denuncia Eugenia Torres, educadora social en la Asociación Candombe, refiriéndose a las personas migrantes en situación irregular que quedan al margen de las ayudas públicas.
Además muchas trabajadoras en posiciones esenciales –como trabajadoras del hogar o cuidadoras– son migrantes en situación administrativa irregular. "Muchas han perdido sus coches para poder trasladarse, han perdido sus empleos porque directamente los empleadores han dicho que no vuelvan porque están en la misma situación, ya no pueden emplearlas y las despiden", explica Narváez sobre la situación de las trabajadoras con las que la Asociación Mujer Por Tí tiene contacto tras la DANA.
Esperanza Ospina, trabaja sin contrato en el área de cuidados de ancianos y el día de la DANA fue la diferencia entre vida o muerte para la persona que cuidaba. A casi tres años de estar en España esperaba regularizar su situación, pero el desastre la ha dejado en una situación de incertidumbre sin saber cuándo podrá obtener una cita con Extranjería o un abogado. Su situación migratoria se limita a un empadronamiento y un Código de Identificación Digital (CID), pero carece de un NIE, lo que le impide acceder a derechos básicos.
Estas trabajadoras, al no contar con contratos de trabajo, no tienen opción a paro y tampoco pueden acceder a las ayudas. Muchas de estas mujeres son cabeza de familia, y sin recursos económicos o ingresos de ningún tipo, la situación se vuelve de extrema gravedad en un contexto de emergencia como el actual.
"La tarde de la DANA estaba trabajando en una floristería en Alfafar, cuando salí me metí en un portal y no pude llegar a casa hasta las cinco de la mañana cuando bajó un poco el agua. Al día siguiente no fui a trabajar por razones lógicas: no tenía móvil, no había dormido, estaba todo mojado, mi hija no estaba en casa(…) y el jueves cuando regresé al trabajo me despidieron", cuenta Eduardo Hosta, migrante uruguayo en situación administrativa irregular y vecino de Catarroja, otro de los municipios afectados.
A Eduardo le despiden, sin indemnización y sin pagarle las horas extras trabajadas. Su compañera de trabajo española sin embargo sí pudo acogerse al ERTE extraordinario aprobado por el Ministerio de Trabajo tras la DANA. Eduardo no ha parado de trabajar desde que llegó a España con su familia hace más de dos años, y espera con impaciencia poder regularizar su situación. El mismo día de la DANA acudió por la mañana a presentar su documentación por arraigo para la formación a la oficina de extranjería y ahora espera respuesta. "Lo único positivo de toda esta situación es que debido a la emergencia no están cobrando las tasas administrativas a los afectados", comparte con resignación.
La tragedia no discrimina en la destrucción pero sí lo hace en su reconstrucción. Miles de vecinas y vecinos son invisibles para el Estado y las administraciones, pero no lo son en sus comunidades; donde viven y trabajan, a pesar de no contar con los documentos que los reconocen como ciudadanas de pleno derecho. La regularización del más de medio millón de personas migrantes que viven en España en estas condiciones, es el único camino posible para no dejar a nadie atrás, ni en una catástrofe como la DANA, ni en lo que viene después.
Y pese a todo, Roxana Elizabeth Ulloa, argentina, vecina de Paiporta desde hace tan solo unos meses, cuando piensa en el futuro más allá de la DANA no tiene dudas: "Estoy esperando a que nos den los papeles, quiero comprar aquí un fondo de comercio y quedarme en Paiporta".
Con la colaboración de José Bautista, Pablo Fernández y Víctor Pool (Poder Migrante).
*El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y el Ministerio de Trabajo y Economía Social no respondieron a ninguna de las preguntas formuladas por este medio. Tampoco contestaron los ayuntamientos de Alfafar, Algemesí, Picanya, Paiporta, Catarroja y Massanassa. El consistorio de Benetússer, es el único que responde a las preguntas de este medio y afirma que está elaborando un paquete de ayudas municipales que "va a facilitar mucho la situación de las personas migrantes tanto en situación regular como irregular".
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