sevilla
"Tuve suerte", admitió hace casi seis años el hoy presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla (PP). Aquel 2 de diciembre de 2018, fecha en la que la entonces presidenta Susana Díaz (PSOE) fijó las elecciones, todo estaba preparado para una nueva victoria socialista en Andalucía. Incluso los rivales internos de Moreno ya le tenían preparado un billete de salida, pero se produjo lo insospechado.
Fallaron las encuestas, los sondeos y las previsiones y aquellos comicios abrieron un nuevo escenario político: dieron al traste con 37 años de Gobiernos del PSOE de Andalucía, un partido hegemónico y hasta entonces con una capacidad de mutación —compartió Gobierno con partidos tan dispares como el Partido Andalucista (1996-2004), con IU (2012-2015) y se apoyó en Ciudadanos en la última etapa, pero sin mezclarse en un Ejecutivo— a prueba de bombas.
Aquel 2 de diciembre, Moreno Bonilla logró acceder al Ejecutivo. Aun cuando el PP andaluz obtuvo el peor resultado de su historia y el PSOE —también con apoyos pírricos— fue la primera fuerza, no fue suficiente: por primera vez, la izquierda y los socialistas no sumaban mayoría absoluta en Andalucía. El conjunto de los votos del PP con los de Ciudadanos y, también por primera vez, con los de la ultraderecha, de Vox, que irrumpió en el panorama político del Estado en estas elecciones, le dio a Moreno el Gobierno andaluz.
Moreno Bonilla no lo dudó. Por un lado, pactó con la ultraderecha, que optó por sacar al PSOE del Gobierno sin pedir cuota de poder. Y, por otro, cerró con Ciudadanos, partido que durante los años previos había sostenido al PSOE de Susana Díaz, su entrada en el Ejecutivo.
Las izquierdas se presentaron unidas, en torno a la marca Adelante Andalucía, a estos comicios. El proyecto era muy potente y tenía vocación de alternativa por la izquierda al PSOE. Estaba liderado por Teresa Rodríguez, entonces en Podemos, y secundado por la IU de Antonio Maíllo. Sin embargo, los resultados no fueron los deseados.
Una vez conformado el Gobierno de las derechas, el proyecto implosionó: hoy, seis años después hay dos grupos parlamentarios, minoritarios, el de Adelante, con dos diputados, ya como partido fundado por Rodríguez y José María González, Kichi, entre otros, y el de Por Andalucía, con cinco escaños, en el que están Podemos e IU, junto a otras fuerzas.
Aquel 2 de diciembre, en efecto, Andalucía se derechizó. Las razones de ese giro, que se completó en las autonómicas de 2022, con la victoria por mayoría absoluta del PP de Moreno Bonilla, con el PSOE, liderado ya por Juan Espadas, en su suelo electoral, son variadas y varían según a quien se pregunte, pero al menos cinco factores jugaron un papel relevante.
Por un lado, el desgaste del PSOE —desde 2004 el PSOE no ha parado de dejarse apoyos autonómicas tras autonómicas— después de casi cuatro décadas de Gobierno. Por otro, las guerras internas del socialismo, capitaneadas entonces por Díaz desde Andalucía, que provocaron amplia desafección. Además, la corrupción de los ERE y otros casos es un elemento fundamental que explica la decadencia socialista.
También, el deterioro evidente de la sanidad pública, tras la caída de Lehman Brothers, que causaron grandes manifestaciones a lo largo y ancho de Andalucía contra los gabinetes de Díaz. Y, por último, las izquierdas no lograron captar los votos que se dejaron los socialistas. El descontento no se canalizó hacía la izquierda.
De Guatemala a Guatepeor
"El cambio en el Gobierno en la Junta de Andalucía era una necesidad de higiene democrática. El PSOE gobernó casi 37 años. Era un régimen, renovado mediante elecciones, sí, pero muchos andaluces no conocieron otra cara que la del PSOE. Lo que sucedió es que se salió de Guatemala para entrar en Guatepeor", analiza el antropólogo y miembro de la plataforma Andalucía Viva, Isidoro Moreno.
En estos seis años de Gobierno de las derechas, primero, y después de las autonómicas de junio de 2022, con el PP en solitario, además de la perenne y estructural preocupación por el paro en Andalucía, se ha consolidado el deterioro de la sanidad pública como uno de los quebraderos de cabeza más relevantes para usuarios. En los últimos tiempos, se han añadido, además, los problemas de acceso a la vivienda, sobre todo, en las ciudades más turistificadas.
El PSOE no ha logrado en este tiempo volver a conectar con el electorado en Andalucía. Inmerso en una travesía del desierto, al PP, hasta ahora, le ha bastado con echarle en cara los desaciertos de los 37 años de Gobierno para neutralizar los intentos de sacar cabeza en su tarea de oposición. La apertura de una investigación judicial por los contratos de emergencia de la pandemia y sus prórrogas hace tener alguna esperanza a los socialistas andaluces de cambiarle el paso a Moreno Bonilla tras seis años. Sí ha habido un cambio de tono en los últimos meses en el modo de hacer oposición al presidente. En las próximas encuestas y sondeos se verán los efectos.
Para la investigadora y escritora Pura Sánchez, analizar todo lo que está pasando en Andalucía y lo que supuso la llegada al Gobierno del PP implica "abrir el foco". "Cambios radicales no hubo [tras los comicios] —plantea—. Educación, salud, vivienda y los índices de pobreza han seguido por la misma senda por la que iban antes de la llegada del PP. El problema de Andalucía es un tipo de política, que tiene que ver con cómo se comporta el capitalismo global en determinadas zonas, con una [lógica] colonial".
"Hay que hablar de continuismo —analiza el antropólogo Moreno— más que de cambios importantes. No se ha cambiado de ruta, sino que se han dado varias vueltas de tuerca y de ahí que se hayan acentuado los problemas que ya existían anteriormente: sanidad, educación, vivienda... La llamada colaboración público-privada en la sanidad, con lo que eso significa de derivación sanitaria, no lo inventó Moreno Bonilla. La concertada fue obra del PSOE. La no existencia de política de la vivienda estaba ya con el PSOE".
"Lo que sí es nuevo —agrega el antropólogo Moreno— es la rapidez, la aceleración del neoliberalismo en Andalucia. Se han acentuado las políticas derechistas".
Piano, piano, Moreno Bonilla ha ido aplicando sus políticas mientras se abrazaba a la bandera de Andalucía, apoyado en Alejandro Rojas Marcos, histórico dirigente del desaparecido Partido Andalucista. Lo ha hecho en el terreno fiscal, en el urbanismo, con la relajación de controles y la apertura de nuevo a una reactivación del ladrillo, y en los servicios públicos, también.
Se ha producido, en consecuencia, una conjunción de malestares —algunos de ellos expresados en las calles y sostenidos en el tiempo— en la sanidad, en la educación, en el mundo de la cultura, en el de las universidades, entre los jóvenes que no tienen acceso a la vivienda...
En efecto, las recetas neoliberales de Moreno Bonilla en una Comunidad con tasas de paro estructural y bolsas endémicas de pobreza y miseria no han tenido, de momento, un efecto tangible. Por el contrario. Andalucía aparece en las estadísticas del INE como la última Comunidad Autónoma —ha sido superada por Extremadura y solo Melilla está peor— en términos de PIB per capita.
Sin embargo, a pesar de todos estos problemas que padece la ciudadanía, Moreno Bonilla, seis años después, tiene mayoría absoluta y los sondeos pronostican, aunque con un leve desgaste, que la repite, si hubiera nuevas elecciones ahora. "El PP en Andalucía ha adoptado un perfil de no radicalidad, si lo comparamos con los líderes del PP en otras Comunidades. La gente no ve que se hagan políticas agresivas. Aunque estas sean políticas agresivas. El talente no es agresivo. Esta es la cuestión", considera Sánchez.
La investigadora pone el ejemplo del pasado 25N. "El PP de Moreno Bonilla se ha instalado en una acción política de no molestar, que parece no agresiva, pero que sí que lo es. No [nombraron] ni una sola vez la palabra feminismo, y todo el rato hablaron de mujeres víctimas de la violencia. [El PP] está instalados en un análisis buenista de 'pobrecitas de las mujeres'. Hay que hablar de feminismo, porque si no se habla de feminismo, no se habla de desigualdad y no se habla de jerarquía de poder. No se plantea en esos términos".
Isidoro Moreno añade al análisis una pata relevante en la ecuación: el control de la RTVA, la televisión autonómica. "El PP en estos seis años ha copiado en muchos ámbitos al PSOE: por ejemplo, la televisión pública, no es hoy demasiado diferente de lo que era en tiempos del PSOE: una herramienta gubernamental, más que pública. Hacen lo mismo pero arrimando el ascua a su sardina".
Sobre el abrazo de Moreno Bonilla y el PP a la bandera de Andalucía, el antropólogo habla de "impostura". "El PP hace lo mismo que ya hizo el PSOE para que olvidemos de dónde proceden, de la UCD de Suárez y de la AP de Fraga y de su oposición a cualquier tipo de autonomía en Andalucía. El PSOE abandonó el 4D porque le venía mejor centrarlo todo el 28F para construir el relato del protagonismo de la autonomía andaluza. El PP, digamos, copia las políticas del PSOE: continuidad en cuanto a la capitalización partidista de la verde y blanca y otros símbolos andaluces".
La ultraderecha y la responsabilidad de la izquierda
Aquel 2 de diciembre supuso la llegada de la ultraderecha a las instituciones. "Esto tiene que ver con una corriente que es prácticamente mundial, europea. Este es un movimiento que excede de la explicación propiamente andaluza y que tiene que ver con la derechización de los partidos políticos", afirma Moreno.
"Vox será un comodín para cuando [al PP le] haga falta afianzar políticas de derechas en Andalucía y seguirá haciendo algo que es desviar la atención de los problemas que afectan a la mayoría de las personas. En ese sentido, ¿la gente por qué vota a Vox? No tiene esperanza ya en otras políticas, se ha instalado en el descrédito", reflexiona Sánchez.
"El franquismo sociológico perduró, entre otras cosas porque desde las instancias de gobierno, cuando gobernaban los partidos de izquierda, no se hizo prácticamente nada. Un ejemplo: la Fundación Francisco Franco aún existe. Desde 1978 ha llovido. Siempre ha existido ese pensamiento, que tiene hoy dramáticamente bastante eco en la gente que tiene 20 años", analiza el antropólogo Moreno.
Sánchez abunda en este argumento: "¿Cómo vamos a estar sorprendidos con la política de memoria histórica que hemos tenido? Las nuevas generaciones que salen de un colegio silbando el Cara al sol no tienen ni idea de lo que están haciendo porque no ha existido una política de memoria histórica. Esto tiene causas. Y son fundamentalmente y por resumir que los partidos de izquierdas han hecho dejación de funciones".
"Lanzan mensajes dirigidos a la emocionalidad —expone Sánchez— de la gente, igual que la gente de derechas. Estos neofascismos no son idénticos a los de antes. Como Andalucía tampoco lo es. Las redes sociales y las medias mentiras y las medias verdades. La manera de hacer propaganda de la ultraderecha de hoy no la tenían los fascistas clásicos. La sociedad actual nos ha dejado inermes ante esos nuevos métodos de desinformación y de mentira".
"Existen valores de izquierda, pero las organizaciones políticas que hay proponen paliativos. Atenuar los síntomas, las consecuencias de la enfermedad, pero no [atacan] las causas. Hay un malestar general sobre el ámbito de lo que suele llamarse política, que es más bien el gacetilleo de los partidos, el desencanto, la crisis de credibilidad en el sistema político ¿Quién ha aprovechado ese malestar? La ultraderecha".
"Desde la izquierda no se dan respuestas, se dan quejíos sobre los problemas. Se protesta porque las cosas están cada vez peor. ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Por qué estamos como estamos?", analiza el antropólogo Moreno.
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