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En 1987, se produjo una emergencia en el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán) cuando estaba a punto de llegar Mijail Gorbachov acompañado de su esposa para presenciar la puesta en órbita del cohete Energiya, que fue el último gran logro soviético en la carrera espacial.
Debido a ciertos daños en el aislamiento térmico de un tanque criogénico (depósitos donde se almacenan gases a temperaturas inferiores a 50 grados bajo cero), la cisterna comenzó a hervir y amenazó con saltar en pedazos. Gorbachov se marchó antes del lanzamiento "para evitar situaciones imprevistas" mientras el físico nuclear Alexander Leonidovich Gusev utilizaba por primera vez un recombinador de hidrógeno con dióxido de manganeso paladizado para impedir una catástrofe.
Con el tiempo, el procedimiento que ensayó aquel día en la estepa desértica de Kazajistán se patentó. Diecinueve años después, en 2006, Gusev atendió una invitación para una fiesta de cumpleaños organizada en el taller del escultor Zurab Tseriteli por el presentador del programa de televisión Postscriptum, Alexei Pushkov, y en el transcurso de la gala explicó cómo había contenido el incremento de la concentración de hidrógeno en la cavidad del tanque.
Gorbachov, que estaba entre los presentes, se dirigió hacia él, descorchó una botella de coñac armenio y le sirvió personalmente una copa. Si le hubieran dicho al científico cuando todavía se mezclaba con la aristocracia del Kremlin que a la vuelta de los años iba a tener que huir de Rusia para no ser fulminado o internado en un psiquiátrico se hubiera echado a reír a carcajadas. O no.
Pero eso es justamente lo que sucedió en 2018. Que haya sido, como él dice, "marcado para la eliminación" o que su carrera fuera completamente destruida por el KGB y su secuela posterior -el Servicio Federal de Seguridad o FSB- tiene que ver con la iniquidad y la codicia de algunos de los jefes para quienes trabajó durante años en la ciudad atómica de Sarov. Pero también, y sobre todo, con sus críticas al Kremlin y su lucha para impedir que Rusia se convierta en el mayor vertedero nuclear incontrolado del planeta.
"No solo soy un indeseable para las autoridades, sino alguien que jamás ha vacilado en denunciar la corrupción, los crímenes ambientales cometidos por el Gobierno y las amenazas y la violencia que ejerce contra la comunidad de científicos Rusia Unida, que es el partido que ha usurpado el poder", nos dice.
"Por todo ello, el Kremlin fabricó una causa contra mí con el fin de acusarme de terrorismo. Fue una persecución monstruosa. Decretaron mi arresto y mi ingreso en una institución mental como la del MOTB-19 GUFSIN de Rostov con la intención de someterme a un protocolo de torturas bien conocido en Rusia con el nombre genérico de psiquiatría punitiva".
"Básicamente, internan a personas mentalmente sanas pero represaliadas por el régimen y les administran ingentes cantidades de antipsicóticos y neurolépticos con el fin de convertirlos en vegetales o, eventualmente, asesinarles. Los muertos son luego enterrados de manera anónima en fosas comunes. Ese fue el destino que pensaron para mí cuando decidí escaparme del país", cuenta Gusev.
Monstruosa persecución
Bajo la égida de Stalin, se construyó en Sarov un complejo de fabricación de armas nucleares
No nos hemos visto nunca todavía cara a cara con Gusev, pero durante varios meses hemos cruzado largos mensajes donde de forma paulatina desgranaba una historia extraordinaria acerca de la suerte que, según afirma, están corriendo los científicos de Rusia que, al igual que él, se niegan a doblegarse a las directrices del Gobierno o cuestionan las decisiones que, de acuerdo a sus revelaciones, han convertido Sarov en el estercolero atómico de Europa.
La primera de las cartas que nos hizo llegar desde su escondrijo balcánico comenzaba de este modo: "Yo, Alexander Leonidovich Gusev, nacido en Tashkent (Uzbekistán) el 8 de septiembre de 1961, ingeniero de pruebas de los últimos modelos de tecnología espacial, físico nuclear, veterano de la corporación estatal ROSATOM y de la industria nuclear, jefe de trabajos de investigación en el CERN, desarrollador del fotón PHOS y gamma y del detector de quantos ALICE system, especialista en gestión y reprocesamiento de residuos radiactivos, experto del Centro Federal de Ciencia y Tecnología RUSNANO, premio de cosmonáutica de la Federación de Rusia por mi contribución a la astronáutica, sobrevivo en Montenegro, enfermo de un tumor, debido a la persecución a la que he sido sometido".
En realidad, los problemas de Gusev comenzaron ya en 2010, que es cuando tuvo que dejar su empleo en el Instituto Estatal de Sarov (VNIIEF). Aunque el nombre de ese enclave no reverbere en los oídos de los occidentales, Sarov no es un lugar cualquiera. De allí era uno de los santos rusos más venerados por los ortodoxos. Tal era su prestigio que, hasta 1927, los Romanov se reunían en el monasterio del Tránsito de la Madre de Dios, donde San Serafín se formó como novicio.
El cenobio fue clausurado en 1927 por el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos de la Unión Soviética — conocido por sus siglas rusas NKVD— y posteriormente transformado en orfanato, antes de ser finalmente convertido en los albores de la Segunda Guerra Mundial en un gulag y en una fábrica de armas donde se manufacturaban los míticos cohetes Katiusha.
La ciudad moderna debe su nombre a ese mismo monasterio, situado sobre una colina y junto al río homónimo, donde Nicolás II y los grandes duques de la corte del zar se fotografiaron en junio de 1903 portando un ataúd con las reliquias sagradas del stáret, el monje Serafín, quien al tomar el hábito fue bautizado de ese modo porque aseguraba que veía ángeles (y sus acólitos le creían).
Algunos comparan Sarov con el Área 51 por la naturaleza de las investigaciones que se desarrollan intramuros
Bajo la égida de Stalin, se construyó en Sarov un complejo de fabricación de armas nucleares conocido en Occidente con el acrónimo de VNIIEF. Fue justamente allí donde, con el paso de los años, desarrolló Gusev parte de su carrera.
Al término de la Gran Guerra Patriótica, se convirtió en una instalación cerrada y tan altamente secreta que no aparecía ni en los mapas. La primera bomba atómica de los bolcheviques fue creada aquí. En 1954 consiguió el estatus de ciudad y pasó a llamarse Arzamás-16.
Andrei Sajarov y otros reputados científicos de la Unión Soviética forjaron su reputación dentro de esta entidad administrativa todavía hoy circundada por tres vallas de espino y permanentemente patrullada por el Ejército.
Actualmente viven dentro de su perímetro unas 100.000 personas y todas y cada una de ellas ha sido previamente investigada por el Ministerio del Interior, el FSB, el GRU y la Guardia Rusa. Está más custodiada que un puesto fronterizo y solo puede accederse a sus entrañas a través de ciertos puntos de control donde se inspeccionan meticulosamente los vehículos y se cachea a la gente concienzudamente.
Algunos la comparan con el Área 51 de los norteamericanos por la naturaleza de las investigaciones que se desarrollan intramuros. En Sarov fue también donde se procesó el Polonio 210 con el que fue asesinado Litvinenko cuando colaboraba con la Justicia española.
Fábrica secreta de armas nucleares
No hay fotografías conocidas del interior de las instalaciones pero sí testigos como el propio físico Gusev que aseguran que hay instaladas cámaras de vigilancia y sistemas de reconocimiento de facciones en cada esquina.
Todos los científicos que trabajan dentro del complejo ultrasecreto son permanentemente monitorizados por la seguridad del Estado ruso y obligados a guardar un estricto silencio sobre los pormenores más triviales, so amenaza de ser acusados de alta traición y ser inmediatamente encarcelados o, eventualmente, condenados a la pena capital. Alexánder Gusev ha decidido hablar con Público a sabiendas de los riesgos adicionales que su decisión entraña.
Aún compromete más su situación en el exilio el hecho de que, incluso a día de hoy, en Sarov se desarrollan armas nucleares. "Lo que sucedió -nos cuenta- es que las autoridades rusas comenzaron a presionarme e intimidarme por negarme a volver a participar en el programa de investigación atómica del Gobierno".
"Se ensañaron también conmigo porque puse en entredicho sus contratos para recibir y eliminar en Rusia desechos nucleares procedentes del extranjero, especialmente de la Unión Europea. Mi coche recibió un disparo y se cerró la causa penal por el incidente sin realizar pesquisas tan siquiera. Además, la oficina que tenía en el centro de investigación TATA fue incendiada y posteriormente saqueada".
A pesar de toda la energía que el FSB puso en someterle, Gusev siguió luchando contra la importación y eliminación de desechos nucleares radiactivos. Junto con Anatoly Fursov -un disidente perseguido por el Kremlin y hoy oculto en algún lugar de España- , el físico publicó un artículo que provocó un escándalo en la prensa y que selló la suerte de ambos. "El Estado recibe billones de rublos para convertir a Sarov y a toda Rusia en una zona radioactiva muerta", escribieron.
Lo que Fursov y Gusev denunciaron fue una serie de actos legislativos firmados por Putin para importar desechos radiactivos de Alemania, Francia y otros países. En contra de lo que el Kremlin sostenía, Rusia no poseía ni la capacidad de almacenamiento seguro ni de reciclaje necesaria para gestionar esos desechos, lo que convertía a la ciudad en un vertedero nuclear cuya inmundicia se filtraba a los acuíferos.
Le tentaron con enormes cantidades de dinero que, siguiendo el ejemplo de Sajarov, el físico rechazó sin vacilar. Atendiendo a su biografía, podría decirse que Gusev es uno de esos viejos científicos educados en la Unión Soviética con un espíritu tenaz e incorruptible.
Fue a raíz de aquel artículo cuando el Ayuntamiento de Sarov multiplicó por 23 la renta que pagaba por el alquiler de su espacio de trabajo. "La culminación de todo eso fue la fabricación de un grotesco caso penal contra mi persona", asegura Gusev.
"El 9 de noviembre de 2018 me acusaron de un cargo absurdo porque, supuestamente, había violado el artículo 207 del Código Penal de la Federación de Rusia. Decidieron aplicarme también el 205 por terrorismo, que contempla la pena capital. El 17 de enero de 2019, el tribunal de Sarov resolvió internarme en el hospital psiquiátrico Psiconeurológico Central Regional Nº 1 de Nizhny Novgorod para un examen forense psicológico y psiquiátrico integral como paciente interno. Toda esta historia es verdaderamente espeluznante".
Según Gusev, sus enemigos "desenterraron tácticas contra los científicos que no se utilizaban desde los tiempos de Stalin y de Beria. El mundo entero conoce la persecución a la que sometieron a Sajarov -el famoso científico de Sarov que obtuvo el premio Nobel de la Paz en 1975- a pesar de que pasó a la historia como la persona que creó para la URSS el escudo termonuclear de Trutnev, que es el garante de la seguridad militar de Rusia".
"Al igual que yo, fue acosado precisamente por sus creencias y por sus fuertes convicciones humanistas. Por temor a que emplearan contra mí la psiquiatría punitiva, dejé la Federación Rusa y escapé a Montenegro, tras pasar previamente por Turquía, de donde me expulsaron. Incluso la pena de muerte es un castigo más humano que encerrar a una persona mentalmente sana en un psiquiátrico con el propósito de destruirla".
Dispararon contra su coche; incendiaron su oficina; intentaron encarcelarle, asesinarle e internarle en una institución mental; le vilipendiaron y calumniaron y, finalmente, en vista de que no lograron doblegarle, cuando logró llegar a Montenegro, presionaron a las autoridades de ese diminuto país con una población menor que la de Zaragoza para que le enviaran de regreso a Rusia.
No podía ir a otro lugar porque su visado Schengen había caducado. Mientras estuvo en la ciudad turca de Edirne, fue permanentemente monitorizado por los servicios de inteligencia exterior de Erdogan, como si se tratara del peor de los criminales.
"Entre 2021 y 2022, hubo varios procesos contra mí también en Montenegro y todos decretaron mi extradición", afirma.
"Mi abogado asegura que los funcionarios del país fueron coaccionados y presionados por el Kremlin. Se hallaba tan seguro de que me iban a devolver a Moscú que a principios de este año me escribió para decirme que estaba dispuesto a devolverme todo el dinero. Pero... ¿sabes? Los montenegrinos suelen decir polako, polako, que significa algo así como que nunca hay que apresurarse. Tras interponer varios recursos, el 23 de marzo de este año, las autoridades de Podgorica me garantizaron protección internacional. De verdad que aprecio la valentía y el coraje de quienes tomaron la decisión correcta".
Élite de la ciencia rusa masacrada
Durante la era soviética, un científico como Gusev podría haber tenido una pensión decente y atención médica gratuita
Si Gusev fuera español sería la clase de científico que acapara a menudo titulares en los diarios. Antes de que comenzaran a hostigarle con el fin de destruirle, era un reputado y respetado físico. En su día, llegó incluso a trabajar en algún proyecto internacional en el que tomaba parte España.
La lista de sus méritos profesionales es apabullante: trajes para astronautas, sistemas de gestión de los residuos nucleares, procedimientos para la extinción de incendios, un famoso sumidero químico usado en programas espaciales como Alice.
El transbordador ruso Buran no hubiera sido puesto en el espacio sin sus contribuciones. Y, a pesar de todo ello, hoy en día vive en Montenegro de la caridad de Acnur y unos pocos rublos más que le llegan desde Rusia, "una auténtica madrastra para todos los cerebros que permanecieron fieles al Gran Oso y no se fueron a Occidente".
"Durante la era soviética, tuve la oportunidad de trabajar en la industria espacial y tomé parte en los proyectos de desarrollo de los últimos modelos de tecnología cosmonáutica y en las pruebas de diseño de vuelo más sobresalientes", recuerda Gusev.
"Trabajé como ingeniero de las Fuerzas Espaciales, que era un cargo que requería entonces el grado militar de mayor. La URSS tenía un buen sistema para incentivar a los científicos e inventores. Nuestro trabajo se pagaba bastante bien en comparación con los de ingeniería ordinarios. Además, se otorgaban bonificaciones especiales por los traslados a lugares remotos y condiciones laborales desfavorables".
"Cuando uno de mis desarrollos ganó una medalla de plata en la exposición de logros de la economía nacional de la URSS me concedieron un premio y pude comprar una grabadora japonesa, que en los años 80 costaba la mitad que un coche nacional. Por cada certificado de derechos de autor de una invención de la URSS y por cada implementación de propuestas de racionalización en el sistema, el Estado me pagaba regalías", cuenta Gusev.
"Claro está, el nivel de los salarios era bajo en comparación con los occidentales, pero en aquella época los precios de muchos productos eran bastante bajos y los ciudadanos de la URSS disfrutaban de muchos beneficios. En general, durante la era soviética, un científico que como yo trabajara en las ramas militares bien podría haber tenido una pensión decente, un apartamento, una dacha, un coche y atención médica gratuita".
¿Y qué paso tras la caída de la URSS y la irrupción de Yeltsin y de Putin? "Mi salario como jefe de un grupo de investigación en el año 2000 no superaba los 100 euros mensuales. En 2010 era de alrededor de 600. Tres años más tarde, cuando me puse a trabajar en proyectos de investigación internacionales o cuando me involucré con mi empresa y mi laboratorio privado de Sarov en programas del sistema científico y técnico federal recibía un salario mensual promedio después de impuestos de más de 10.000 euros".
Gusev: "Han intentado recrear de nuevo las sharashki de Stalin en la colonia Tupolev"
"Lamentablemente, vivía bajo coacciones constantes tanto de los altos cargos de la empresa RFNC-VNIIEF como de los funcionarios locales. Querían que compartiera con ellos los resultados de mi trabajo y mis ingresos. Ahora, en Montenegro, no tengo ni cuenta corriente. De hecho, vivo de los 150 euros del Acnur y de los otros 150 euros que recibo de Rusia porque Sberbank se queda la mitad de mi pensión", explica Gusev.
"De vez en cuando me compensan también con pequeñas cantidades por mis pasadas contribuciones científicas o recibo ayudas de colegas y de mi amigos. Tal vez en dos o tres años pueda alcanzar un nivel de ingresos razonable, pero ahora percibo de media unos 400 euros al mes, y la mayoría los dedico a pagar servicios públicos, comunicaciones y abogados".
Que uno de esos científicos a los que Rusia ha recurrido desde la época de la Unión Soviética para mantenerse a flote en la carrera tecnológica tenga que vivir ahora con menos de la mitad del salario mínimo español es todavía más trágico cuando se considera que Gusev padece un cáncer de vejiga del que no se ha podido seguir tratando en Alemania debido a su situación.
"Después de tantos años de persecución aparecieron importantes problemas de salud que, según los doctores alemanes, todavía eran curables en diciembre de 2018. Pero como carezco de dinero y tampoco puedo viajar con garantías a Alemania, mi médico no ha podido visitarme en cinco años".
A pesar de que su vida se halla permanentemente amenazada, el físico asegura que no piensa dejar jamás de alzar la voz para seguir denunciando "que en la Rusia de hoy se sigue persiguiendo como en los viejos tiempos a los científicos que no siguen las directrices del partido". Antes era el PCUS y ahora es Rusia Unida. "Se les acusa para infundir terror y crear precedentes que simplifiquen el encarcelamiento futuro de los hombres de ciencia que disienten", afirma.
"Desde la década de 2000, un grupo de personalidades legendarias y solidarias de la ciencia mundial -lideradas por el académico de la Academia de Ciencias de Rusia, Yuri Ryzhov, el profesor Sergei Kapitsa, el premio Nobel Vitaly Ginzburg y el geógrafo Ernst Cherny- han defendido activamente a los científicos rusos que fueron objeto de represión. Eran estrellas y protegieron a sus colegas. Pero ahora no queda nadie que abogue por nosotros porque el Gobierno ha destruido todas las instituciones que nos salvaguardaban".
"Mi caso no es el único. En la Rusia de Putin hay muchos ejemplos de científicos contra los que se han fabricado casos penales para justificar su internamiento en prisión. Por los medios de comunicación sabemos que han intentado incluso recrear de nuevo las sharaski de Stalin en la colonia Tupolev".
Una sharashka (en plural, sharaski) era el nombre coloquial de los laboratorios secretos soviéticos integrados del sistema del gulag donde se confinó y obligó a trabajar como forzados a un millar de científicos, ingenieros y técnicos, entre ellos el premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn y el célebre ingeniero aeronáutico Andréi Túpolev.
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